Golpean tu rostro
sus monstruos,
inquilinos de
ojos cerrados.
Las heridas que
no sana la lengua,
ni conocen la
pobreza, son surcos
que el tiempo no
vigila.
¿Qué fue de la
paz que tuvo?
Está escrito y
sabemos que pasa.
No se arrugan las
preguntas de repente.
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