Nunca
nombraste al calor desde adentro
y
dejaste en blanco miles de hojas. Ojos,
de
sentirse a solas, sentenciados a guardar silencios.
Nunca
dijiste toma, oye, y que nadie se entere,
nunca
dejaste que te dijera antes que a nadie.
Dejamos
las cosas a mediohacer, ninguno bajó la cabeza.
Ahora
te toca vivir donde lavo en la memoria
todo
a conciencia para no ser como tú, donde no parezca
nada
de ti en el espejo cuando me miras fijamente.
¿Sabes?
Tu y yo nos conocimos al nacer. Todo
lo
que no te he visto sigue igual que yo,
siempre
a la espera de un beso con los ojos cerrados.
Te
nombro sin querer en mi nombre aunque yo
lo
desvanezca. Te olvido al tiempo que te recuerdo.
Sé
de sobra que he de ser sin que tú logres darte cuenta.
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