(Imagen de la red)
Caía por toda la ciudad,
pero más a la intemperie
porque yo estaba así. No
la llevaba al hombro, no olí
su humedad prematura,
una hora antes azul tenía
lo negro, invitaba a un vagar
redondo bajo una red de diamantes.
Sería una sombra imprecisa,
un descuido en el recitar cansino,
tal vez absorto en su universo sumergido.
No sé. El tibio redoble en su caída,
su falsa inocencia, fueron ruina
de los precisos instantes, la incredulidad.
Veía la calle, pero desplomó
su orquesta de plomo, sus golpes con saña,
y solo mi mirada lograba salvar la distancia.
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