De nuevo la ruta
empedrada,
su esplendor no
perdurable. Hago
el equipaje. De
su azul no emergen
los nombres, no
sirve lo escrito.
Acaso sí la
sangre apelmazada,
los surcos que
reconoce. Se oculta
mi canción y su
silbido.
Al final de cada
día volveré mañana.
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