El primer
consejo que llevamos de casa a la mili es el de pasar inadvertido, o
sea, el decir que sí a todo, lo mande quién lo mande, y a mí, no
sé el porqué, eso se me metió por un oído y se salió por el
otro.
Tuve suerte.
Recalé en Cartagena en la compañía Cuartel General, compañía de
servicios del Gobierno Militar. Allí, con el cartel de albañil
colgado en la nariz,
no tardé en dejar nuestro cuartel para empezar
a chapucear por las dependencias del Gobierno Militar, y por los
domicilios particulares de este u otro gerifalte.
Yo estaba a las
ordenes de un brigada, un tío cojonudo, con mando creía yo, y este
a su vez a las ordenes de un arquitecto civil, que era su pesadilla,
primero por lo gilipollas que era, y segundo porque no tenía ni puta
idea de nada, y en menudencias nos obligaba a hacer poco menos que
una catedral.
Tras mil
anécdotas súper guay, que omito (las dejo para otra ocasión), voy
directo al tema de la pared, una pared de piedra con mucha humedad y
que había que subsanar, y eso cuando ya llevaba allí seis meses
idílicos, viviendo de puta madre, sin guardias, sin vestir de
militar, saliendo a la calle cuando me daba la gana con cualquier
excusa.
Bien, el
arquitecto me dibujó en una hoja (que conservo) las diversas
actuaciones que necesitaba la pared, capa a capa, y tras leerlas le
dije al brigada:
- Mi Brigada, esto se cae
- ¿Estás seguro?
- Claro, hasta un niño lo sabe
El Brigada vio
el cielo abierto, el motivo que necesitaba para mostrarle al General
la ineptitud del arquitecto, y echarlo, para su alivio, de una patada
en el culo. Y me dijo:
- Juan, lo vas a hacer exactamente como te ha dicho
- Ah, no no no, ni de coña, que esto se cae, hombre
- ¿Pero aguantará algo?
- Tente mientras cobro
- Vale, pues hazlo, y no te preocupes que aquí estoy yo
Si algún
albañil lee esto sabrá sobre la imposibilidad de enlucir de cemento
sobre un paramento vertical pintado de alquitrán...ainss, con lo
fácil que hubiera sido haber construido un tabique de hueco de 4 o
de 5 cms, apegado a éste y haberlo enlucido
tranquilamente...Wattson, elemental..., pues no, lo enlucí, con un
par, aunque para fratasar hube de esperar horas y horas.
Al día
siguiente me fui a casa de permiso oficial, quince días, pero a los
diez días me llamaron con urgencia ya que la pared se había caído
y yo era el único culpable por, me sigo riendo del motivo...
Cuando llegué
no vi por ninguna parte al Brigada, y me dijeron que mi nuevo destino
era la compañía Cuartel General, con mis antiguos compañeros, o
sea a pelar la pava, a hacer guardias día sí y día no, y el de en
medio a trabajar.
Allí, treinta
personas ocupábamos un cuartel demasiado grande y destartalado. Y mi
primer trabajo fue colocar una puerta de hierro. Peccata minuta.
Pura rutina si no hubiera sido porque me trajeron un yeso que
desconocía que solo servía para enlucir y no para anclaje ya que
era muy flojo. Je, la puerta quedó preciosa pero al primer portazo
se le cayó a un sargento encima.
Je je, no
olvidaré a mi teniente gritando mi nombre para que saliese de la
formación al bajarse de su Seat 600, poniendo su nariz en mi nariz y
diciéndome todos los insultos inimaginables, y entre ellos dando a
entender que lo había hecho aposta por haberme echado del Gobierno
Militar.
- Te voy a dar otra oportunidad
Je, pobrecito,
era el único albañil y el cuartel estaba hecho un asco, solo quería
intimidarme.
Pasó el tiempo
y me pasaron cosas graciosísimas, que ya contaré en otra ocasión,
porque para rematar esto me voy al tema de la piscina, y casi a punto
de licenciarme.
Una piscina a la
que había que hacerle unos pasillitos, unas escaleritas y poco más,
ya que estaba en alto. Pero que entre guardia y guardia como que no.
así que mientras que íbamos a por la herramienta, la descargábamos
del carrillo y eso, ya era la hora del bocata, y luego mientras qu
eme decía que hacemos y yo pensaba qué contestar, llegaba la hora
de la merienda, y la tarde ni la nombro. Y a un Sargento 1º le dio
por incordiar. Estando en ella trabajando, es un decir, se me acercó
con los dos pulgares en el cinto, chulo que te cagas, y me dijo con
sarcasmo:
- ¡Risueño! ¿cuando vas a terminar la piscina?
- Pues no sé, algún día imagino – le contesté sin cortesía alguna, moviendo las manos como un pulpo
Cambió entonces
el gesto al de energúmeno, y empezó a gritarme lo clásico, que si
cuadrate, ponte firme, saluda a tu superior, que si te voy a meter un
puro que te vas a cagar, etc... , Y yo, como siempre, tomándome las
cosas a broma.
- Mi Sargento 1º, si me quita las guardias la acabo en cuatro días
Y claro,abrí la
caja de los truenos. Desde que me iba a meter en Galeras, a que no me
iba a licenciar en la puta vida, a, y lo peor porque esto sí estaba
en su mano.
- ¡Cuando te toque una guardia conmigo te vas a cagar!
Y vaya si lo
cumplió. Ocurrió unos días más tarde. Me tuvo las veinticuatro
horas, salvo las horas de garita, de chacha en el cuerpo de guardia.
Los compañeros descansando, durmiendo o jugando a las cartas, y yo
con el cepillo o el trapo quitando el polvo. Cuando acababa lo
encomendado iba a su despacho y le decía:
- Mi Sargento 1º, ya he acabado el trabajo que me ha mandado
- Ah, sí, ¡pues limpialo otra vez!
¡Ay Dios, y que
no pudiera cagarme en sus muertos!, Pero en fin, eso, a ver, es lo
que tienen estas cosas, tipos amargados como este, que seguro tienen
que soportar en casa al sargento de su mujer.
Lo remedié
gracias a mi amigo el Furriel, un cabo 1º de Córdoba, que me
aseguró:
- No te preocupes, que con él no volverá a tocarte una guardia
y así fue. Y
para evitarlo hice mas de una vez dos guardias seguidas, algo que no
se puede hacer pero sí en este cuartel algo atípico. Y las hice
besadas. Dos noches seguidas sin dormir por culpa de ese pobre
infeliz, que siguió en lo posible intentando joderme, como cuando
llegó con cuatro latas de pintura de veinticinco kilos en su Simca
1200 y me dijo que las llevase al polvorín que estaba a doscientos
metros. A lo que yo le dije, firme, tieso como una regla:
- Mi Sargento 1º, deme las llaves del coche
- ¡Te voy a colgar las latas en los huevos y las vas a llevar a rastras!
A lo que yo
siempre pensaba (por ese consejo de pasar inadvertido):
- ¡Esto no me lo dices en la calle y sin uniforme, o aquí si te quitas los galones, hijoputa!
Pero decía:
- A la orden mi Sargento 1º (señor, sí, señor)
Suerte que,
cuando él estaba de oficial de guardia, también me llamaba para ir
a por la comida en nuestras horas de descanso (la traíamos de un
cuartel cercano, a un km). Allí nos daban una perola para nosotros,
para la compañía, otra para los compañeros que estaban de guardia,
y una pequeña para el oficial de guardia....jeje, recuerdo una
paella...
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