juanitorisuelorente -

viernes, 27 de julio de 2012

PEDRITO EL EMBUSTERO (Relato)


Pedrito es muy embustero. Todo el mundo lo sabe. Y a él no le da vergüenza alguna reconocerlo.

  • No te fíes de lo que te diga que soy muy embustero – ha dicho siempre al empezar a hablar con alguien desconocido
Una conversación banal solía ser muy divertida y si derivaba a algo más serio tenía su miga porque no es que lo negro fuese blanco o viceversa sino que podría ser cualquier otra cosa ya que había veces que estaba diciendo una verdad como una casa sin darse -eso he creído siempre- cuenta de
ello.
Pero no se confundan. Pedrito siempre ha sido una persona muy seria o al menos lo ha aparentado. Que este defecto que ha tenido, que aún tiene, siempre ha dicho que es como quién sale beato o sale maricón, que lo suyo viene de nacimiento.

A mí, hace cuatro años, me dijo que se llamaba Antonio y que tenía noventa y un años, también treinta millones -de euros- en una arquilla, y de esas tres cosas descubrí alguna verdad -es bueno conocerse-.

Ese es el guirigay que ha creado, que semejante sujeto sin dar un palo al agua tuviese la vida resuelta, que esté soltero aunque haya dicho a medio mundo que se ha casado tres veces y que de esas uniones tiene diez hijos, y ni una sola vez ha mencionado que solo tiene un sobrino, o sea yo, su única familia en este mundo, y que hoy anda a la espera de su muerte...cuando Dios quiera.
Siempre ha jugado al despiste. Igual se vestía a lo pobre para ir a un sarao que de traje para ir de boda cuando no se casaba nadie. Y no era por hacer gracias a la gente, sino para confundirlos. Yo ahora lo entiendo. Raro, raro, mi tío.

Hace unas semanas me dijo:
  • Juan (mi nombre sí se le ha quedado) ¿sabes que hace humo la chimenea?
  • No puede ser Pedrito, todas las chimeneas pueden hacer humo pero la tuya no
  • ¿Por qué?
  • Porque tú no tienes
    Y se quedó pensativo.
  • Pues entonces el humo será del coche
  • ¿Qué coche?
  • ¡Ah!, ya sabía yo que eso no era humo – y siguió, cambiando el chip- ¿Y tú qué haces siempre aquí?
    Yo, que no sé mentir, le contesté:
  • -Pedrito, esperando que te mueras
    Y rió preguntándose:
  • ¿Para qué?

Siempre ha estado tieso como un junco a pesar de ser más bien gordo, pero a sus noventa y cinco años y aunque come como una pupa viva está en los puros huesos y cada día mermando.

El otro día limpiándole el culete en la cama, en la que lleva postrado cuatro largos años, va y me dice:
  • El millón que hay en la arquilla va para la iglesia
  • Pero si tú no has sido nunca beato -contesté
  • ¿Ah, no? Pues entonces para los Testigos de Jehová
  • Pero si tú no has sido nunca testigo de nada ni de nadie
  • Para ti ni muerto -sentenció al fin
  • ¿El qué? Ya, ya, el millón ¿qué millón? Ya sabes que yo te cuido gratis

    Nunca le sigo el rollo. Me callo y a duras penas se calma. Sabe que a mí no me engaña aunque tire por peteneras.

Y ahora -la última-, se ha empeñado en decirle a todas las visitas -pocas, alguna vecina de vez en cuando- que le traigan la arquilla que guarda en una despensa y en la que jura por sus muertos que guarda treinta millones -de euros-, que soy un buitre, que de mí ya no se fía. La gente ríe, y cuando me mira para ver qué contesto, digo:
  • ¿Arquilla, qué arquilla, Pedrito?

Ya ven que los embustes para algo pueden ser buenos.


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