No se hostiga
y tu odio avanza.
Penetra otros cuerpos,
y crece
sin necesidad ya de alimentarse.
El pasado son pasillos oscuros y
silenciosos,
cientos de puertas que esperan
pacientes
ser abiertas.
Dentro, condenados a girar sin
rumbo
tantos recuerdos
que no ardieron
de esa llama que prendió la nada.
Hasta que se aburran
o los deshaga el tiempo.
Te marchaste a un lugar
inaccesible
para mí, y a veces odio lo que me
he perdido.
Deberías entender que
no siempre somos gigantes
y logramos que tiemble la tierra.
No dejas de sorprenderme, ni el calor, ni el cansancio, ni tan siquiera el fútbol acaban con tu capacidad creadora.
ResponderEliminarUn abrazo, y felicidades Juan.
No creas que escribo todos los días. Días nada y en otros me salgo. Pero ésta la escribí hace un par de años. El fútbol ha sido una pasada, nos ha alegrado unos días. Gracias Elena, un abrazo
EliminarNo, no somos gigantes. Es un poema que evoluciona hasta un final espectacular. Enhorabuena Juan.
ResponderEliminarEs al final -lo he vivido- cuando alguien mira hacia atrás y ve lo inútil e innecesario de ese odio hacia nada. Gracias Marcos
ResponderEliminarFelicidades, el odio no lleva a ninguna parte, lo feliz y fuerte que uno puede llegar a sentirse, si se quita ese peso.
ResponderEliminarUn abrazo Juan.
En la vida siempre hay roces con personas cercanas y pueden llevar al rencor, pero odio son palabras mayores. Un abrazo Mercedes
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