En cada amanecer
nos conceden intacta
la luz que hemos perdido,
el resurgimiento del oficio
de existir,
las bellezas que oculta
la angosta noche.
Nos restituye qué somos
ante las cosas,
ante el último peldaño
que no aprende a conformarse
y dejarnos allí frente a lo
absurdo.
Cada amanecer
es un solitario mar
en lo creado,
un nuevo sol
sin memoria, una nueva obra
del apetito de la carne, nuevas
rúbricas para mañana
…o solo estar vivo.
En cada amanecer
nos señalan distancias,
tiempos contra el tiempo,
un final que se alimenta
de otros principios.
Nos otorga el culto al origen,
a la inocencia cómplice
-de mentira-
cuna al fin de realidades o
sueños,
de nuevos fracasos o victorias
hacia la nada.
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