juanitorisuelorente -

domingo, 16 de febrero de 2014

CINCUENTA Y SEIS EN VERSO (Capítulos VII y VIII)

(Imagen de la red)





















VII

Hubo en aquel principio
entre lo hecho, porque hecho vine,
es innegable, un manto de hojarasca
como brote predestinado, anterior
al río, a encender la luz. Su imagen
nueva ya respondía a encuentros
de los ojos a destiempo. Hizo falta
apenas subir y bajar la línea paralela,
y que aceptase su tinte grueso.
Fueron meses de metáforas a cielos
desnudos, y primeros años de dibujar
trazos por los rastros de la flor,
por sus pétalos de rosa. Tiempo en que al tiempo
la fragua daba forma a los metales
de mis manos, sabias de todo cuanto
mis maestros filosofaban, y las hacías elaborar.
Años tras la cortina de gasa, cociendo
qué es vivir desde las más hondas raíces.
Maestros que labraron en mi piel
matices que aún me embozan,
y visten de dominio a mis adentros.
Llegó la mili.


VIII

Al fin y al cabo todo era pura tiniebla,
simple protocolo, sin restos de pasado. Tuve
claro el escenario y de ahí mis brazos
caídos. Me disfracé de todos, siendo
pirata de mi propia juventud. Un
mundo irreal que afrontaba a solas,
como un Olimpo con estrellas que insistían
en ser de verdad. Era solo un tiempo
de esperar, de abonarse al escaqueo, a evitar
demasiados amaneceres encerrado en la bodega,
evitar caer en los brazos de falsas madres. Eso sí,
en la amistad aún puede leerse nombres escritos,
pocos, si con los dedos de una mano bastaba
convivir. Era tiempo de océano intempestivo pero siempre navegable. Uno más de infantería
con la paleta por banda, leyendo a Antonio
Machado y escuchando la respuesta está en el viento.
La distancia no fue el olvido, no me hizo
nada que no fuese, no me enseñó
a amar a la patria, tampoco me robó
catorce meses de mi vida, pues fue vida,
incluso repetible, sin que se confunda
con desear ser repetida. El amor
siguió tejido a nuestras cartas, a nuestras voces,
bebían semanas sus instantes, arreciaba
en los encuentros, si nos poseía por su futuro.
Entre permisos trabajaba, ya en solitario.
Su sin rumbo acabó al inicio de los ochenta.



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