juanitorisuelorente -

martes, 4 de febrero de 2014

CINCUENTA Y SEIS EN VERSO (Capítulos I al IV)

(Imagen de la red)






















I
Hay arrugas en el espejo. Cara
a cara van los ojos al atardecer
de la memoria, hasta dar
con callejones que no sabe, con ríos
que tienen la noche dormida.
Rehace mi silencio los rostros
que viví, el tiempo a la sombra
que espera ser escrito. En lo más lejos
suenan disparos en mi boca,
conduzco por carreteras imposibles,
vuelo por cielos muy bajos. Soy
el primero que se aventura,
incendio la casa, todo arde conmigo
a tientas. Muy poco se me descubre
de aquellas primaveras, florecía
el contrasentido, ser yo y no somos,
la alfombra a lo evidente por senderos
hacia el acaso. Así florecía la piedra.
Y esa huella al oficio pobre del pensar.
Traducido, es un vuelo la insistencia
a la cumbre más esquiva,
vacíos de rostros que humean
por ciertos cielos prematuros.





II

Retrocedo varios pasos. De escribir
hay escenas por la luz. Tuvo siete,
ocho y nueve años ese don luego velado,
no dado a las losas del camino.
Fue un albor que quedó en ese instante
en la mudez
que hoy retoma su palabra, su abalorio.
Puedo leer su quiebro a la realidad,
su estoque leve y descalzo
a los mundos desprendidos de los sueños,
su secreto a voces en el poema
de existir, tallado en piedra
para estar en salvaguarda.
Aquella palabra tenía un oficio
por decir, aunque quedase
aislada en la tiniebla, a la espera
del sol que está conmigo, de alguna
luna que por vivir no apague el día.
Somos eclosión de lo existido,
lo que inició su razón tiene sentido,
si hubo cuerpo hay cabeza y corazón,
no crece un río de las tardías hogueras
de un llano.




III

Los diez acercan los pulmones
de la noche. El instituto es el esbozo
que remato con fondos de horizonte. No
me confunde, sé que la pizarra tiene
los años contados. Entonces nada
disfrazaba su esencia, salvo yo,
eje de todas ellas. Un disco de Elton
tomó el rastro de la luz, el rostro dibujado
de Asce se deshizo en mi cartera, los libros
eran mi póquer de ases. Mi vida empezaba
a escuchar, a retener, y de ese silencio
nacieron refugios venideros. Ningún
amor fue más allá de mí. Bebí
escondido tras espejos de mi padre.
Lograba dieces. La timidez no sabía
de miedos. Quería ser, sin plagiar
palabras ni gestos. Tenía catorce.



IV

Relampagueó lo que convenía,
pero busqué solo las techumbres
que pedían repararse. Me mojó el esfuerzo,
estuve al aire de mi deseo. Lo elegido
fue un amor inconcluso, día a día
en vía de mejorarse, siempre en lenta
eclosión a la belleza. Mi padre perdió
un testigo de sus viajes, un lazarillo, no
aceptó mi arraigo a peón de briega. Preparar
es anterior al sentido de crear. Quise arder
para no vivir helado. Fue un periplo
quijotesco, caminé por lo inmenso, sin metáforas,
hasta ser alfil acechante, una pieza
que buscaba no ser sombra. Despuntaba
el amor sin esponsales. Una Isabel tuvo sueños
prometidos. El tabaco era niebla en la mirada.
Mi locuaz fachada no reflejaba tantos


tantos interiores mudos

No hay comentarios:

Publicar un comentario