Perdida
la vida te quedan sus gestos.
Su
acento es tu única gramática.
Huelen
a tierra tus días infinitos,
pero
más a abrazos, besos de aire.
Esperar
es un verbo sin semilla
ya
que no le sigue el milagro.
En
tu ventana se escucha la niñez,
cedes
a los temblores de todos tus años,
pero
más que crecer el ocaso
se
te quiebra el corazón vacío,
allí,
donde
las noches blancas.
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