Para
decirte
quiero hube de decirte
qué.
Temblé de cuanto no cierra
cicatrices,
pensé ligado a la humildad
de
sus dolores, enfebrecido de compartir
exilios.
Para
decirte
beso hube de tapar tu boca.
Derramé
a tus puertas la piel como un perro
sin
dueño, rasqué el papel al lado de tu mano,
se
fueron los adioses para siempre.
Para
decirte
deseo hube de decir
tu
tiempo. Acallé el atavismo de un silencio
sin
orgullo, clavé a tu existencia mi existencia
con
puñales a la tierra, emergimos juntos
de
lo oscuro a respirarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario