Naces caligrama. Tú en la
palabra, la palabra en ti, en la hoja blanca.
Escribo tu piel de aquel
día de miedo y brasa. De muñecas y aventura, de encontrarte tras
las ramas. De abrazarte hasta morirme sintiendo mía tu alma, hasta
hundirme en el abismo de tus lunas y tu garganta. Escribo tu pecho
con mi cara apretada, girando y girando mundos con la lengua como una
lapa. Luego escribo tu pelo con hilos de lluvia mansa, en las cejas
nuestros nombres, y en los ojos lo que mata: las lanzas de la sangre
que el corazón nos clava. Escribo en tu nariz apenas una raya en el
agua, una hoja que se arquea y un punto en su atalaya. De par en par
nacen tus labios como orillas de una playa, donde pasear por la
arena o perdernos entre las cañas. Luego escribo tus brazos y tus
manos en mi espalda, la desnudez oprimida y los latidos como mazas.
Escribo en tus oídos que mi sangre entra en tu cara, que sube y baja
del cielo con tu mano entre mis alas. Una letra en tu ombligo y más
abajo una línea ancha, primero escribo a la estela y la espuma que
levanta, luego al beso, al lamer el agua y el suspiro que te
arranca, luego al sumergirme en el azul y al ahogarme en sus
entrañas. Al fin escribo en tus piernas que ya está el mar en
calma, que apretar la desnudez y los besos de otra raza es el placer
más sublime que al amor se amuralla.
Ella y tú, y eres
caligrama, tú en la palabra, la palabra en ti,
y mi voz descalza.
Excelente, Juan.
ResponderEliminarUna dupla perfecta... La Musa y la Palabra