No hay razones para odiarte
si tu rostro me acompaña
y a la orilla de tus labios
mantengo el puente o mis alas.
El vacío tiene adentro
y callejones con alma
donde sufrir, indigente,
al silencio y su mortaja.
En mi piel ya solo quedan
de tu piel cuatro palabras,
apreturas en el soplo,
vaga lluvia entre las cañas,
un crepitar sin los huesos
que construyen los mañanas.
Caminando al abandono
en los gestos mala cara,
los enfados visten monstruos
con el hacha levantada,
que a pesar de su inocencia
monstruo es el que corta el agua.
Todo y nada será cierto,
toca el viento su sonata,
es una canción ya vieja
del amor y sus batallas,
ha perdido el corazón,
luce voz a media asta,
en los ojos la tiniebla
será ya la luz del alba.
Mucho sol y mucha luna
a escribir entre las ramas,
como un pájaro enjaulado
ya sin cielo ni esperanza.
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