Todos mis surcos abiertos
esperan tras la semilla
a la lluvia de la sangre
en las flores que palpitan,
que sea firme la siembra
de lo que hondo ya camina
por los abruptos senderos
que conducen a la vida.
Mas, conforme un sol avanza
de constante poesía,
con versos del corazón
y sus palabras precisas,
desvela un sentirse a solas
que ya no sutura heridas
si gris se mece en el tedio
en los recuerdos se eclipsa,
y que por mucho que duelan
tú ya estás en la otra
orilla,
donde el tiempo se detiene,
un instante se eterniza,
bajo cielos sin mañana
y cediendo donde pisa,
pero abrazado a la luz
de los ojos que crepitan,
si le estallan los sentidos
al amor, que no respira.
Hoy miramos otra luna,
muchas horas se disipan,
caen al mar que entreteje
y qué pocas nuestras hila,
a veces frío y distante,
otras parco las mitiga
con un momento indefenso
donde derrama la prisa,
o algún capricho preciso
que a los adentros reaviva.
Si no alcanza la mirada
más allá de la rutina,
si enmudece en el azul
tanto afán y su desdicha,
se nos muestra lo esculpido
y su voz nos acaricia,
aunque impreciso y convulso,
con los placeres a tiza,
pero grande en la niñez
que crece con alegría
desde el leve sentimiento
hasta llegar a la cima,
desde el nacer de la carne
hasta que sea ceniza.
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