juanitorisuelorente -

domingo, 1 de septiembre de 2019

DE LO PROFUNDO

(Imagen de la red)
















Porque la sangre brota, y huye,
en nuestra muerte
quedan huecos para la vida.
Duele
como abraza la piedra,
la constancia de la quietud,

como se obstina, y duele,
el rostro casi intacto
que busca por las pieles ingenuas,
por los ojos con manchas de pecado,
a la luz que consume toda tregua,
que nos enmudece y nos extingue.

Porque no nos habla un abrazo
y eso duele,
la complicidad no repara al abandono,
y duele
que el oído se conjure con los cielos que le bastan
para conquistar al tiempo que sigue hacia adelante
como eslabón de todo lo disuelto,
de la sed que no excava ni conmueve.

Perdimos hace siglos la alianza
en aquello que se siembra lentamente
y, como por primera vez,
se es joven en la luna que emerge
de las manos del ciego,
aunque duela
que en lo imposible de existir
la vida lata más allá de la sangre
abriendo caminos a lo injusto,
a lo profundo,
que se sigan marcando huellas
que no tienen sentido.



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