Tienes que perdonarme. Nada
podemos hacer en la isla de
los náufragos
habitándola a destiempo.
Así
la pasión queda tendida
entre rama
y rama del pensar. Y no
logra
nada, salvo una respiración
convulsa.
La espera no cede en su
mudez,
y los ojos giran y giran el
reloj de arena.
Lo sé. Nuestro sueños
siguen
obedientes, nos ofrecen
volver
al día siguiente, pero sus
cielos
solo enseñan a sufrir.
Perdóname,
si
amarte trae así consigo la eternidad.
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