juanitorisuelorente -

sábado, 29 de junio de 2019

HILOS DE LUNA

(Imagen de la red)

























Silencio es el idioma. No se oyen los pasos. Bailén está en calma. Calma casi de julio que, para colmo, la amuerma, le cierra los ojos, le hiela los labios.
Bailén nos despierta y se retira a mirarse en el espejo el antes y el después, y nos deja con el día y la palabra en la boca al borde de no saber escapar de las cosas cotidianas.
Y nos mantiene el mismo gesto frío de la piedra cuando, torpes, intentamos remover la tierra seca para exprimirle algún quehacer pequeño, para hallar alguna flor que crezca de su parca respiración.
Y todo nos tiembla, porque no hay un ruido más fuerte que su impasible debilidad, atrapada en el desastre y la huida de puntillas, con una flema que cruza páginas y páginas del sentir de los fracasos.

Y no es mala tierra. Pero mal gestada cruje así al desgajarse, al borrar tristemente un mundo escrito y mirar con la hoja blanca.
Ahora los largos caminos hablan de arena, llueven desvaríos sobre las metas azules, las verdades cruzan la luz, y no hay fondo en la aventura de ser, sino apenas un ir y venir a tan solo hacer noche tras las mieles de un día, si Bailen tan solo saca de su chistera futuros descalzos.

Yo, que he estado en sus brazos y le he dado mis manos, nunca desharé su nombre, aunque no sé qué quiere ni adonde va. En las culpas ya no hay nadies ni tiranías, pero muy pocos le hablan de amor. Y en la soledad los muros se cierran, y a los adentros solo se accede por los viejos puentes. La mayoría se va, arroja sus pétalos al viento, pues no quieren caer de los viejos tiempos a la nada. Los demás la arropan,y siguen en el lento viaje que les teje algún verde arrullo, algún hilo de luna.


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