juanitorisuelorente -

martes, 17 de noviembre de 2015

LA MIRADA VERDADERA (Romance)

(Imagen de la red)

















He llegado despoblado
de cincuenta y ocho inviernos
a la noche que empezaba
a ser el mañana espeso,
al oscuro generoso
del que estaba siendo dueño.
Recorría muy despacio
cada instante sin saberlo,
distendido ser feliz,
simulando no estar muerto,
con el justo corazón
y el sentir en pos del viento.
El sonido diminuto
de la fuente del deseo
con sus poderosos brazos
mantenía fiel mi anhelo
y lejos de su calor
lo asfixiaba entre mi pecho.
En el mar de tantas veces
navegaban mis secretos
con la absurda soledad
liderando cielos nuevos,
cantos a la plenitud
desde mis jóvenes viejos.
Primaveras tan esquivas
sin la flor de los te quieros,
enterrada aún la rosa
que nunca tuvo mi sello,
primaveras sin color,
siempre en gris todos mis miedos.
Caminando por los ojos
del otro lado del tiempo
mi descuidada existencia
se adentraba en los misterios
de su latir impreciso
entre aleteos inquietos.
Si la mayoría afana
solo compartir su eco
y que prevalezca el yo
con los justos filamentos,
yo afano el ruido en la calle,
dar la mano a lo pequeño.
Es la extraña sensación
del seguir hasta lo eterno
la que surge moribunda
a mirarse en los espejos
con la mano levantada
y vivir entre los dedos.
Me encuentro en la disyuntiva
que cuestiona qué tenemos,
la que se mira y nos dice:
Se derrumba por momentos
hasta lo más inocente
en el umbral de los cuerpos.
Y al tiempo rozan tu mano
mis temores más intensos
y su tierno escalofrío
ve la luz en los silencios
por mis viejos callejones,
por mis mundos más estrechos.
Dibujando poco a poco
los instantes con mis versos
me mezo en el nuevo aroma
y en sus olas ya mantengo
una simple tabla a flote
con mis brazos como remos.
Donde llegue ya no importa,
a una playa o los adentros
de cualquier isla perdida,
o seguir hacia lo negro
de los mañanas de cera
con un sol tan justiciero.
La verdadera mirada
que no existe en los recuerdos
y tampoco es fantasía
que despiertan otros juegos,
ilumina ya otros pasos
que se ven venir de lejos.
Estaba el niño dormido
esperando su regreso
sin saber lo que tejían
los azules sentimientos,
el retorno a las raíces
que requieren su desvelo.
También crece el poso amargo,
apaga la luz su lecho,
y su invisible certeza
cava un socavón inmenso,
el amor en cada orilla
y la incertidumbre enmedio.
Con la cabeza en las manos
me adentro en el universo,
y como alma solitaria
acaricio sus reflejos,
allí pronuncio tu nombre,
allí, sin tierra ni cielo.

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