juanitorisuelorente -

domingo, 2 de enero de 2011

FUMADORES, A LA PUTA CALLE

Mi primer cigarro lo fumé a los doce años tras la tapia del instituto Huarte de San Juan de Bailén y recuerdo que era de la marca Aurora y que me dejó un placer indescriptible. Tras ese vinieron todos los demás hasta que a mis cuarenta y cinco años pude dar al fin un golpe sobre la mesa y cortar de raíz la enorme burrada que era fumar casi tres cajetillas diarias de Ducados negro. Mi faringitis crónica tuvo la culpa al dejarme a menudo sin voz en un trabajo – además de para todo- en que era parte necesaria. Hoy le doy las gracias aunque no sólo la perjudicara el tabaco.
Casi nueve años sin arder vivo me hace ver el problema actual desde algo lejos pero siempre desde la perspectiva del fumador.
La libertad en democracia es una libertad solidaria y por tanto relativa ya que como mucho galopa hasta donde trota la mayoría.
A mí no me molesta entrar a un local atestado de humo de tabaco, es más a lo mejor hasta lo aspiro con ganas, pero he de decir que entiendo a los detractores, a la ley que, lógicamente y paso a paso, va encauzando su camino.
La libertad de fumar, de aceptar consciente o no un suicidio con temporizador ha perdido la batalla sin derecho a defenderse. Es así, tiene sentido, hay que decirlo, también que al tiempo es un contrasentido que si es tan nocivo se venda en cualquier parte y esté al alcance de cualquiera, menores, con picaresca, incluidos, ¡ah!, y doble contrasentido que se hayan autorizado muchos más puntos de venta, gasolineras, etc…
Bufo.
¡Pero bueno, señoras y señores, vamos a ver, y sólo con la ley del corazón en la mano!:
¿Es que hay que echarles a la calle de una patada en el culo?, ¿es que no puede haber lugares en toda España exclusivos sólo para ellos donde ahoguen o desahoguen su necesidad?, ¿por qué un negocio legal, que paga sus impuestos al Estado, que se distribuye sin ningún tipo de problema, ha de estar perseguido?, ¿es que no puede haber un termino medio?, ¿O un cuarto?, ¿O un mitad del cuarto?. Autoricen lugares, señoras y señores radicales, lugares donde puedan fumar, y no como en estos momentos, en la fría y puta calle.
Pero si es muy simple. Autoricen lugares donde los fumadores puedan seguir fumando con medida o como cosacos, disfrutando ese purito tras el café, dándose cigarros unos a otros en las tertulias con la cerveza, el vinito o los cubatas. Quedarían contentos, ajenos muchos- a otros problemas, el gobierno seguiría haciendo caja a tope, y todos los demás ciudadanos viviendo sanos y felices. Fin del cuento.
Estoy seguro que muchos pequeños o grandes empresarios, hosteleros, estarían encantados de acometer las simples obras en sus negocios de instalar una gran chimenea como la de un barco.
Ya sé que esto es democracia y las leyes hay que aceptarlas, pero debería haber permisividad en un problema creado en gran medida por el pingüe negocio de su venta.
Nada tan fácil como que dejen correr el agua los que de ningún modo la quieren beber.

2 comentarios:

  1. Amigo Juan:
    Totalmente de acuerdo con tu planteamiento. Primero la putada de la reforma para fumador-no fumador, y ahora... a la calle a joder a los transeúntes que verán aumentadas esas humaredas que a bocanadas desprenden algunos indisciplinados fumadores.
    Por cierto- yo también empecé a los doce años, pero la diferencia está en el nombre de la cajetilla que aún con nombre femenino, el que yo fumaba o mal-quemaba se llamaba Diana.

    Un abrazo amigo no fumador.- Antonio Baños

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  2. Antonio; amigo:
    Esta ley es una burrada.
    Una decisión así, tan radical, y en un momento social tan desgraciadamente grave ha de sentar a gentes tan pacientemente hartas -perdón por la expresión- como una patada en los cojones.
    A mí me da una rabia inmensa, me provoca un cabreo indescriptible que la cafetería,los bares, que frecuento esten casi solos -nadie nuevo no fumador- y afuera, en la puta calle, haya unos cuantos -el resto se quedará en casa-tiritando de frío.
    Más paro pronto, imagino.
    Un abrazo, y impotencia

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