Chini vive en la calle. Siempre ha estado en la calle, salvo de muy pequeña cuando vivió unos años con su madre en aquella casita tan mona, recuerda aún salpicando al suelo alguna lágrima, de una sola planta, toda de madera, tan blanca y rodeada de hierba, tan fresquita, y de flores.
Su madre murió y nadie quiso cargar con ella. De su padre no sabe nada. Sería uno que pasó cuando a su madre le apretó la calentura. Como a ella de vez en cuando le pasa aunque le duela por eso traer más desgraciados al mundo.
Ahora está sola aunque tiene una amiga del alma, Xuxa, otra que no tiene donde caerse muerta.
Duermen, eso sí, donde les place, siempre con el ojo avizor por tanto hijodeputa que disfruta pateándoles las tripas, y no tienen otro punto fijo en la mirada que el de intentar día a día sobrevivir.
A diario salen a buscar comida, a los lugares de siempre aunque se la tiren a la cara, y cuando no hay suerte rebuscan en los contenedores. Tienen olfato para eso. Luego buscan alguna sombra solitaria, y descansan, y hablan, aunque tengan poco que decirse.
Tienen una tristeza infinita en los ojos, y desconfianza, y rabia contenida por el continuo despertar a golpes por el cada vez más lejano sueño de encontrar algo de cariño.
No hay humanidad -comentan entre ellas a menudo- no se quieren ni ellos, ya no dan ni lo que tiran.
Me gustó esta historia perruna.
ResponderEliminarEn el pueblo donde vivo abandonan perros con mucha frecuencia; deben pensar que por ser un pueblo los animales lo tienen más fácil. Es verdad que si se encuentran, se agrupan, buscando el calor alq ue están acostumbrados. Hay una ONG que los recoge, si consiguen no ser apaleados o atropellados.
Me entristece muchísimo esto, Juan.
Me duele la brutalidad de la gente.
Un abrazo.
A mí los perros no me gustan. Les tengo fobia, incluso a los más pequeños, por un problema -me mordió en los dedos de un pie- con uno de pequeño.
ResponderEliminarPero respeto a quienes los tienen de compañía y bien cuidados, y al mismo tiempo siento rabia por los abandonados y secos como calcomanías. Es una pena porque no a todos los recogen.
Un abrazo, Laura
ç