Claudica el día
y yo con él -hermano amado traicionero-.
Vencido, le ofrezco las llaves
de mi derrota
al bálsamo de la noche,
a su asilo de horas.
Hinco la rodilla en tierra
con la losa plausible del pasado
risueño, con la rabia honda
que ya no atrae fuerzas
a ésta hora tardía,
donde la edad es sinónimo
de desconcierto, donde la mente joven
bulle en el cuerpo viejo.
Claudica el día
con la calma infinita
del laborar eterno,
y yo con él,
mísero gusano,
brizna de polvo en su inmenso cielo
-maldita su alma, maldito el tiempo-.
"Esta hora tardía,
ResponderEliminardonde la edad es sinónimo
de desconcierto, donde la mente joven
bulle en el cuerpo viejo".
Me gusta mucho esa frase, amigo, dice muchas cosas: el verdad que nos sentimos jóvenes, pensamos como jóvenes y queremos actuar como jóvenes; pero el cuerpo, el embalaje que contiene tantos sentimientos y deseos está deteriorado y no nos permite realizar lo que soñamos. Un abrazo, Juan, ya estoy de vuelta de mi vieje relámpago a Denia.
un saludo a ambos Juanes y que mas decir de la reflexión que nos regalas, aqui tenemos un dicho popular "viejos los cerros y todavía reverdecen"
ResponderEliminarHasta pronto Mario
Este poema ha nacido tras mi primer día de trabajo tras diez días -nada- de descanso, y en el que acabé paras caer crucificado a la cama. El tiempo que nos pasa, que no tiene perdón de Dios.
ResponderEliminarUn abrazo, Juan
Reverdecerán sí, pero para la vista, amigo Mario, Aquí decimos "buena vista y mal comer".
ResponderEliminarUn abrazo