Es mi modo –soy un tipo raro, lo reconozco-, el soler hablarme cuando no tengo nada que decirme. A lo mejor es común hablarse pero yo sólo lo sé por mí ya que estas cosas íntimas, de principio, es imposible contárselas a nadie. En fin, que me hablo, me hablo, y me digo, y voy atando cabos a cosas que estando en mí no estaba al cabo de su existencia. Alguien debería explicarme por qué digo cosas que no he visto ni oído nunca. Quién es ese que hay en mí y que se regodea porque sabe de mí más que yo. Y por qué me place luego repetir sus cosas. Ser apenas un testigo fiel de sus labios y vuestro oído.
La verdad es que sí, siempre escuchamos hablar en nuestra mente. Nos indica qué hacer, reprueba conductas y hasta nos alegra el día.¿Será eso que llaman alma?
ResponderEliminarBueno, ya tenemos algo para reflexionar.Estoy de vuelta, Juan.En mi viaje de vuelta desde Valencia pasé por Bailén a las nueve de la tarde después de haberme desviado a Santisteban del Puerto a visitar a una familia. Un abrazo
...hilos
ResponderEliminarhailos
los y las
solos y solas
van y ven
bienvenidos
sean JUAN...
Un abrazo muy fuerte :
j.r.s.
Pienso que una charla con uno mismo, así como el que no quiere la cosa, es muy gratificante y a veces hasta te aclaran las ideas; piensa que no estás hablando con cualquiera.
ResponderEliminarSaludos.
Hola Juan,
ResponderEliminara las nueve suelo estar en la oficina -de ocho a diez más o menos- y luego camino de casa o de alguna terraza.
Y de eso de hablar con uno mismo pues es que no nos queda otra, ¡es tan cansina!, será porque solo nos tiene a nosotros y con alguien tendrá que hablar, la pobre.
Un abrazo
Desde luego, Jose, y que sigan trabajando en equipo.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo
Hola Isabel,
ResponderEliminarla voz de más allá de la conciencia no deja de sorprendernos día a día, ¡qué podría contarnos si la dejaran!.
Buen fin de semana