Pedrito es muy embustero. Todo el mundo lo sabe. Y a él
no le da vergüenza alguna reconocerlo.
- No te fíes de lo que te diga que soy muy embustero – ha dicho siempre al empezar a hablar con alguien desconocido
Una conversación banal solía ser muy divertida y si
derivaba a algo más serio tenía su miga porque no es que lo negro
fuese blanco o viceversa sino que podría ser cualquier otra cosa ya
que había veces que estaba diciendo una verdad como una casa sin
darse -eso he creído siempre- cuenta de
ello.
Pero no se confundan. Pedrito siempre ha sido una
persona muy seria o al menos lo ha aparentado. Que este defecto que
ha tenido, que aún tiene, siempre ha dicho que es como quién sale
beato o sale maricón, que lo suyo viene de nacimiento.
A mí, hace cuatro años, me dijo que se llamaba
Antonio y que tenía noventa y un años, también treinta millones
-de euros- en una arquilla, y de esas tres cosas descubrí alguna
verdad -es bueno conocerse-.
Ese es el guirigay que ha creado, que semejante sujeto
sin dar un palo al agua tuviese la vida resuelta, que esté soltero
aunque haya dicho a medio mundo que se ha casado tres veces y que de
esas uniones tiene diez hijos, y ni una sola vez ha mencionado que solo tiene un
sobrino, o sea yo, su única familia en este mundo, y que hoy anda a la
espera de su muerte...cuando Dios quiera.
Siempre ha jugado al despiste. Igual se vestía a lo
pobre para ir a un sarao que de traje para ir de boda cuando no se
casaba nadie. Y no era por hacer gracias a la gente, sino para
confundirlos. Yo ahora lo entiendo. Raro, raro, mi tío.
Hace unas semanas me dijo:
- Juan (mi nombre sí se le ha quedado) ¿sabes que hace humo la chimenea?
- No puede ser Pedrito, todas las chimeneas pueden hacer humo pero la tuya no
- ¿Por qué?
- Porque tú no tienesY se quedó pensativo.
- Pues entonces el humo será del coche
- ¿Qué coche?
- ¡Ah!, ya sabía yo que eso no era humo – y siguió, cambiando el chip- ¿Y tú qué haces siempre aquí?Yo, que no sé mentir, le contesté:
- -Pedrito, esperando que te muerasY rió preguntándose:
- ¿Para qué?
Siempre ha estado tieso como un junco a pesar de ser más
bien gordo, pero a sus noventa y cinco años y aunque come como una
pupa viva está en los puros huesos y cada día mermando.
El otro día limpiándole el culete en la cama, en la
que lleva postrado cuatro largos años, va y me dice:
- El millón que hay en la arquilla va para la iglesia
- Pero si tú no has sido nunca beato -contesté
- ¿Ah, no? Pues entonces para los Testigos de Jehová
- Pero si tú no has sido nunca testigo de nada ni de nadie
- Para ti ni muerto -sentenció al fin
- ¿El qué? Ya, ya, el millón ¿qué millón? Ya sabes que yo te cuido gratisNunca le sigo el rollo. Me callo y a duras penas se calma. Sabe que a mí no me engaña aunque tire por peteneras.
Y ahora -la última-, se ha empeñado en decirle a todas
las visitas -pocas, alguna vecina de vez en cuando- que le traigan la
arquilla que guarda en una despensa y en la que jura por sus muertos
que guarda treinta millones -de euros-, que soy un buitre, que de mí
ya no se fía. La gente ríe, y cuando me mira para ver qué
contesto, digo:
- ¿Arquilla, qué arquilla, Pedrito?
Ya ven que los embustes para algo pueden ser buenos.
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