Ya
sabe de la indigencia,
viene
de dormir al raso,
marinero
de aguas turbias,
de
los versos más amargos,
días
de abrazar las nubes,
días
de noches en blanco.
A
pesar de no estar solo
siempre
ha sido un solitario,
siempre
bebiendo latidos
de
otra sangre sin pasado,
esas
ansias ilusorias
de
asaltar islas sin amo.
Porque
sabe de latir
pero
no latido en alto,
su
tam tam solo es de libro,
de
aquí te pillo y te mato,
nunca
dejarse llevar
a
lo extremo de un abrazo,
a
la linde donde hierve
cada
vena por su lado,
de
estallar en las caricias
con
la fuerza de un petardo,
ni
andar el camino azul
con
el otro de la mano,
como
unión crepuscular
por
los rojos de lo amado,
sea
con el rol de piedra
o
entre los ojos de diario.
Ya
sabe de no tener,
de
dar saltos por lo falso,
acomodado
a la mente
sin
buscar algún milagro,
apenas
sueños sin voz
por
caminos no muy claros,
sin
saber qué es lo que falta,
donde
late tan escaso.
Y
así ocurre sin pensar
que
late por los tejados,
se
planta ropa de niño,
lleva
hasta los pies descalzos,
y
ya está en cada mirada,
en
el goce de los labios,
late
late sin respiro
como
si fuese algo extraño,
no
sabe ni lo que ocurre,
solo
late late, esclavo.
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