No
tenerte,
y
las manos atadas, van al infierno
piedra
a piedra en un viaje
por
las celdas de la luz, girando
en
cuerpos con temblores ciegos.
Sin
respiro, beso
lo
que más te acerca,
y
el mismo cielo da la vuelta
y
permanece. Es entonces
cuando,
en la mitad del mundo,
tengo
desierto en los ojos
y
gotas de lluvia en la mano.
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