1
Entreabrió
los ojos.
Se
sintió extraño, como atado, encajonado, pero a gusto.
A
su alrededor un murmullo intenso, alguna lágrima, y no movió un
músculo.
Le
gustaba jugar. Ayer a hacerse el muerto. Hoy a tener sueño, mucho,
mucho sueño...
2
Rodolfo
trataba a Chini como a un hijo, y Chini se portaba con él como un
perro, siempre con el rabito tieso. Como castigo por haberle puesto
el nombre de un perro.
3
Despertó
recién casado. Como un rey en el centro de la cama. Aún entre
sueños abrazó los senos flácidos, acarició olas de piel desnuda,
apretó el seto de zarzas y matojos. Ella dormía, y se volvió a su
Luisa. No estaba. Sobre la mesita una escueta nota: ¡¡¡CABRÓN,
MADRERO!!
4
Se
resistió a madurar, arrugó el rostro, y el confundirse con la rama
le salvó de momento la vida. Pero estaba condenada, cuestión de
tiempo era caer, aunque nada comparable a de esa forma violenta, ese
saqueo. Mejor así, disfrutar el momento, pudrirse luego plácidamente
en su cama.
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