Tan voraz, y tan grata,
falleció mi infancia.
Su cadáver corrompido
es apenas un recuerdo insomne.
Llegó la adolescencia
como tropa belicosa
un segundo antes de su enterramiento.
Tan pertinaz, y tan soterrada,
calló mi adolescencia.
Un síntoma osado de madurez
agotó su repertorio;
eso y la mano activa de una mujer.
Tan contundente, y tan nostálgica,
sobrevive mi madurez,
activa como un alud de sangre,
tranquila como un gato que reposa,
triste como un ramo de flores mustias;
eso, y tu alegría.
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