Eran
ciento veintidós,
en
el tiempo y sus esperas,
y
contando hasta los chicos,
los
que ni a los labios llegan,
porque
los contaba el alma
como
si fueran estrellas,
Eran
ciento veintidós,
todos
dados a conciencia,
rematando
un sentimiento
que
andaba en la primavera.
Ay,
ciento veintidós hitos,
y
un día perdí la cuenta,
una
mañana de invierno
que
ardieron hasta las piedras,
recuerdo
cinco, diez, veinte,
e irían por la centena,
si
tras uno andaba otro
y
mil chicos entremedias.
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