Vamos
un día al mar
y, dentro del agua,
los
ojos se apoderan del mundo.
Brillamos
cielo adentro,
y
el verde latido
nos
llena de peces.
Regresan
otra vez
las
manos, lentas,
a
recorrer a solas
sus
líneas fugaces.
Arrecia
la transparencia.
Se
abraza más fuerte
el
sentirse lejos. Los labios
se
adentran en un temblor enmudecido,
y
apagan la luz. El aliento, a solas,
se
desborda.
El
amor sigue su curso.
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