Tienen
los días más grandes
el
hedor de la sombra,
su
rincón de veneno.
Se
agria la palabra que tiene
el
fantasma antiguo
y
enfría lo mejor del mar,
la
pasión de ser.
Días
excelsos que pronto
en
una esquina mendigan
cielos
de un instante,
en
los que, como siempre,
todo
es un gran cristal,
y
la nada
tiene
una piedra en la mano.
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