Vivir es un engaño
muy lento, humano
cuando ya no queda espacio
para el hambre
de ser solo corazón. Vivir
solo existe tras la muerte
del abrigo cotidiano,
cuando huye la razón de ser
y se desciende a la
ignorancia,
a los suburbios de la
ternura.
Vivir se asoma a nacer,
de ahí su brevedad, solo
infancia
y senectud como luz de su
sombra,
con la mirada más sencilla
y la desnudez de la nada
más compartida e
imprescindible.
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