En el oceano de mi memoria
hay naufragios consentidos,
restos que quisieran olvidar nombres
y fechas.
Sosteniendo siempre a los otros,
los malos recuerdos
son el tiempo donde tiemblan,
el pelo que eriza sus alas,
el oscuro abismo que oculta su cima.
Aunque fríos,
arden despacio con paja seca,
soplados con ganas, dejados solos,
cerrados, escondidos, como muertos -porque no-.
Venero mi suerte.
Levanta verdades pequeñas,
me tiene vestida de mayo,
de días y nochas cansadas,
sigo sepultado en tus ojos,
en las cosas más bellas de la vida.
Al tiempo que acepto
mi desgracia -la de todos-:
errores,
hechos,
actos inevitables
que hubo y hay que seguir viviendo.
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