Los cuerpos que viven sin dignidad visten almas que mendigan furiosas por las esquinas.
Hacen por hacer lo que hacen, son misterios sin pies ni cabeza, ideas al pie de la escalera, ríen o rompen a llorar, nada que sea contagioso.
Tuvieron su cita en un momento en que no tembló la llama de una vela, fueron fuertes olvidando, dejando desnudos en las bocas sorprendidas, arena subiendo en cerradas habitaciones, torturas escribiendo madrugadas; luego tuvieron sonrisas que duraban apenas un adiós emocionado.
No saben medir distancias, evitar estar de boca en boca, no tienen camino de regreso, su horizonte es un silencio cruel, su pensamiento callejones sin salida.
Vivir sin dignidad hace libre y preso, libre por la nada, preso de la nada. Leve risa y llanto.
Pero eso es lo que quieren.
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