MUNDO ALREDEDOR
Destinados al amor amargo
los cuerpos no existían para nosotros.
Compartían, sí, el deseo contenido
-condenado a no crecer nunca-
viviendo presentes de futuros sueños.
Asfixiados respiraban de mirarse.
Medio muertos recurrían a descubrir una sonrisa,
un adiós de otro modo.
A veces, muertos un tiempo, renacían aleccionados
para arruinar todo lo poseído. Pero volvían a crearse.
Fue suficiente encontrarse frente a algún
sacrificio, salvar del horror lo obsesivo
sin un estar ausente, arder respondiendo
con calor al hecho de quemarse.
Hecha estaba la base de lo nunca hecho.
Fue tan natural disfrutar lo conquistado
como decir adiós a lo que no sería cierto.
(de "Islas")
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