Una vez, sólo una vez, hace tiempo, y ante una circunstancia excepcional, se me ocurrió decidir la vida de alguien.
Fue un no mi meditada respuesta a un gran profesional de la medicina que sólo tuvo que decirme: ¿Quién es usted para decidir sobre la vida de alguien?.
Nadie, nadie, le sigo respondiendo aún acongojado.
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