juanitorisuelorente -

martes, 3 de abril de 2018

DESALOJO

(Imagen de la red)



















Tenemos los labios apretados, y nada nos 

delata. Seguimos en el quicio de la constancia 

con los relojes de arena sin conocer los 

domingos, creciendo como árboles de mar, 

intactos, pisando vacíos de la memoria, con los 

días laborables muy viejos, sin rumores de 

eternidad.

Así, el abismo y la huella son huecos que besa 

hunde a la vida, palabras que persiguen a las 

respuestas que solo tienen quietud y laberinto, 

como cosas que ya no pertenecen.

El hombre que silba no tiene nombre de tanto 

pisar la luz, tan verde de los parques, tan 

rostro de la calle y las esquinas, con tendencia 

a la nostalgia pero más hecho a mecerse en el 

viento o a hundirse en la maleta del río.

La juventud lleva consigo sus raíces, y los 

demás, a pesar de todo, seguimos cubriendo 

los espacios que sobreviven, aunque a las 

miradas les hayan robado el aliento y se 

imponga la rama a que agarrarse.

Tan frágil levedad son los límites que traza el 

mundo para quienes ya lo cerca queda lejos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario