Correr
para arrancarte una sonrisa
es
la flor de un peldaño de la tarde,
otra
ascua dando frío que en ti guarde
como
certeza azul, tan imprecisa.
Desde
lo hondo de verte se divisa
el
ovillo en el aire que te arde,
con
el surco vencido que abujarde
mi
mirada, con alma muy concisa.
Más
allá solo existe la impaciencia
por
fundir un temblor recién nacido
al
instante más álgido del mundo.
Un
sueño, noche adentro de la ausencia.
Un
beso, siempre a ser entretejido.
Mañana
con el norte vagabundo.
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