Habito
y no habito
por
entero
tu
universo cansado,
y
mi nombre es diminuto.
Acerco
el oído
a
al sangre encarcelada,
y
en ese precipicio
veo
lo azul de los naufragios,
una
isla forjada de ternura
con
el hambre de nosotros.
Y
debajo de su noche,
sin
hechizo ni rotura,
puedo
sentir la luz donde nace el aire,
el
mar se cristaliza,
y
la distancia es, apenas,
un
breve desierto sobre la piel
de
los silencios.
Pero
al tocar el sueño
en
lo que te fue abatido
hay
un cansancio en las afueras
de
la lucha
donde
cabe y no cabe
que
brote en mi sangre
vivir
tu corazón
sin
verte llorar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario