El
amor que hace círculos
solo
resbala a su epicentro,
como
rey del mundo que contiene
si
desde niño se corona.
Y
creció, y crece,
con
toda inocencia,
como
sigue creciendo
sentirse
niño a la vez
que
joven o viejo
como
sed que solo sienten los ojos
y
no mitiga lo eterno de su cauce.
Tan
de propia sangre,
las
ausencias,
tienen
caminos de luz
y
el corazón sobre la mesa.
Sus
besos se hunden
en
otra llama,
sus
silencios son te quieros,
y
no hay celos
en
la vida única,
ni
color, ni búsqueda,
ni
cadenas,
pues
su huida es necesaria
y
en los ríos que se borran nacen
los
puentes a su historia.
Es
un amor desnudo, de patria,
con
la piel enredada
hasta
ser desde dentro,
dentro
y fuera a la mar plena
o
las horas más duras,
tal
es la joya que vibra.
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