Siento al hombre que aparece
como un hombre en la
penumbra,
abrazando qué es vivir
con palabras solo suyas,
siempre inapreciable sol
en las lunas más confusas.
Sale tarde y refulgente
sin espejo ni armadura
y mostrándole al fracaso
toda la verdad desnuda.
Por los caminos del hambre
la necesidad ya busca
el mantener la mirada
y con el alma a la escucha,
de primaveras la flor,
de los inviernos la bruma,
batallar en cal y arena
con raíces más profundas,
no solo cantar al tiempo,
que siga ascendiendo dunas,
sino nevadas montañas,
con aludes, lo que surja,
poner rumbo a los instantes
y a los reinos que
construyan.
A la voz del corazón
no le importan las arrugas
porque exija juventud
en la sangre que le fluya,
siempre fuerza a renovarla,
cada día y sin excusas,
no tan solo mantenerla,
que ella sola esté en la
lucha.
El amor nunca se rinde,
ni matándolo se oculta,
le preguntas a los ojos
y se acaban las preguntas,
tan a flote y hace aguas,
las mentiras se derrumban,
siente donde brilla el mar
con las olas de la luna.
Siento al hombre que aparece
como un hombre de la duda.
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