En
el fondo, nos queda muy pequeño
el
silencio que escribe nuestra historia,
tan
ebrio de reinar en la memoria
obcecado
en versar el mismo sueño.
De
tanto cielo en ti me siento dueño,
de
la sed que nos viste con euforia,
que
abrazo los pilares de la gloria
aunque
vuelva a quedarme en el empeño.
Yo
crecí desnudándote en mi oído
por
la luz que sonaba a noche entera,
a
luz en los huesos de la luna.
Después
crecí entregándome al olvido
para
que, con el hilo a ti, volviera
como
un hombre, flotando, de la cuna.
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