1
El
tiempo tiene su mar de papel, cuando vive en la hoguera de un cuerpo
vacío y va de antifaces y culpas al otro, cuando se decide algo sin
pensar, y luego pensarlo es un ir y venir a su nube rota.
Hay
estados de cartón piedra próximos a estar muerto, de ojos fijos a
imágenes a caballo de un péndulo.
Momentos
con murmullos en uno mismo porque nada se pone de acuerdo, si en cada
rincón de palacio hay un príncipe perdido buscando qué hacer,
quién debe ceder primero.
Y
mientras, siguen descalzas nuestras voces aspirando a ser poema,
aunque vivan de palabras que no evitan que estemos helados, voces
esperando que nombren a lo verdadero como un viento incandescente con
los ojos dueños de los pasos a la rosa.
Pero
ocurre que, en las lindes del instante, ya no haya concesiones a
haber vivido y se necesita la mano azul de los ríos sin ajuares de
hipocresía, con pequeños cielos de tardes perdidas, con algunas
noches desprendidas de ser a tientas, enrocadas a sentir que hay
sentido en lo inexplicable, amando tan solo, pero dicho y hecho, como
un din con el don que devuelva a lo inmóvil el merecer la pena,
aunque solo sea por sostener en pie ese aire de luz, aunque solo sea
por esperar a ver qué pasa: nada, u otra vida.
2
Yo
he vivido en el portal de tu mano, donde un roce hacia gestos a la
lluvia, cada imagen era un mundo, juventud del alba, y siempre un
poema.
Yo
he vivido nacer donde ahoga una mirada y de labios relampagueaban las
perlas del miedo, donde había en cada abrazo cicatrices y se
desplomaban los castillos de las cumbres heladas.
Desnudo
andaba entonces el deseo y las ansias de mar soplaban vientos que se
batían con lo negro hasta desollarle la luz.
Yo
he vivido pasos a la sed desnuda, pechos que significaban hilos
eternos, besos que enrojecían los lugares mudos, luego palabras que
abrían ojos a mares por decir, adioses en flor...
Años
al zigzag de la corriente que a veces respondía con otra cara,
esbozando el idioma falso que vierte la conjetura y confunde donde
nos duele, reacio a la memoria, como golpes sin sentido, y hasta
nuncas que echarnos de menos contradicen.
3
Tras el velo de remiendos que interpretan cielos en el presente, cae el cielo encima.
El silencio que resuena es silencioso, sin pensamientos que sepan ver en el el trajín de su voz plena.
Cabeza gacha, con acometidas de tu vientre como danza del palidecer.
Telón, sombra del poema, que no articula vivir en sí, si no enlaza el cara a cara que ha detenido sus pasos.
A seguir adelante lo acecha para qué con caminos al frío, poemas con todas las horas, mas sin palabras que lleven al verso, tan atenazado en lo profundo por sueños tan ciegos de otoño, de vientos sin sentido, rosas sin pétalos de mar.
Plegado todo libro, arregostado al estante, se convierte en una celda que aquieta a vivir, sin pestañeo de hojas, ni dedos a la luna.
Vivir, como asomarse a la sangre transitoria que no derrumbe la luz de cada día, a las vicisitudes de la edad enferma que va de azul alimentando aquello que va y viene, y no como criatura de corazón descalzo, tormenta a morir en ti,
...o poema, de nuevo.
Tras el velo de remiendos que interpretan cielos en el presente, cae el cielo encima.
El silencio que resuena es silencioso, sin pensamientos que sepan ver en el el trajín de su voz plena.
Cabeza gacha, con acometidas de tu vientre como danza del palidecer.
Telón, sombra del poema, que no articula vivir en sí, si no enlaza el cara a cara que ha detenido sus pasos.
A seguir adelante lo acecha para qué con caminos al frío, poemas con todas las horas, mas sin palabras que lleven al verso, tan atenazado en lo profundo por sueños tan ciegos de otoño, de vientos sin sentido, rosas sin pétalos de mar.
Plegado todo libro, arregostado al estante, se convierte en una celda que aquieta a vivir, sin pestañeo de hojas, ni dedos a la luna.
Vivir, como asomarse a la sangre transitoria que no derrumbe la luz de cada día, a las vicisitudes de la edad enferma que va de azul alimentando aquello que va y viene, y no como criatura de corazón descalzo, tormenta a morir en ti,
...o poema, de nuevo.
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