Los
poemas se helaron de repente,
se
quiebran bajo el sol sin ver futuro,
sin
un leve nosotros de relente.
Voces
de un sentimiento siempre puro
caen
desde el silencio a un cielo roto
condenados
andar el lado oscuro.
Aquellos
a la infancia de una foto,
a
sentir de la lluvia cada instante,
aquellos
tan del mar hacia lo ignoto,
de
noches con los sueños por delante
tras
mil horas buscándonos sin techo
a
un ritmo cada vez más incesante.
Bellezas
con el ánimo deshecho,
la
triste sensación de ser ya nada,
si
a nada su interior tiene derecho.
Bellezas
con el alma congelada
que
a tanta voz azul hicieron suya,
espejos
de una sed enamorada.
No
existe un corazón que los destruya
ni
serán alma y cielo de otro nombre
aunque
alguien en sus huesos algo intuya.
Forman
parte del mar que me hizo hombre,
amando,
desde ver tu primer gesto
a
sellar la elegía que lo escombre.
Siempre
habré de llamarlo un tiempo honesto
si
en él sentí sangrar la luz contigo,
y
fui aprendiendo a ser un ser modesto
aunque
no vaya hacer con lo que digo.
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