PERSONAJES:
.-DON
PEDRO
.-MARTÍNEZ
.-LUCÍA
.-ANGELITOS:
PEDRITO
JORGITO
.-SECRETARIA
.-PELUQUERA
.-CONDE
BADANA
.-CHOFER
FERMÍN
.-CRIADA
LUISI
.-
SEÑORA DEL PELO ROJO
.-
CHAN
.-ÁNGELES
NEGROS. 1
ACTO 1
(Martínez llega al cielo. Está
la luz apagada. Don Pedro ronca. Su secretaria lee el Hola. En un
banco hay dos hombres sentados y una mujer, y los tres, cabizbajos,
duermen)
MARTÍNEZ: ¿Se puede?
(Nadie contesta y entra)
DON PEDRO: (Ronca)
MARTÍNEZ: (Casi gritando) ¡Soy
Martínez!, ¡Martínez, el de las aceitunas! (y solemne) ¡el rey de
las aceitunas! (baja el tono) Busco a Lucía (Mira a todos uno a uno)
a Lucía, a Lucía, mi mujer, a mi aceituna de oro
SECRETARIA: (Sin mirarle) No
grite y siéntese
MARTÍNEZ: (La encara) Cómo?,
¿que me siente?, ¡Busco a Lucía!Señorita, tengo prisa, no he
venido aquí a esperar
SECRETARIA: (lo mira por encima
del Hola y las gafas) ¡Siéntese!
MARTÍNEZ: (Obedece, se sienta
en el banco, al lado de las tres personas dormidas) (y susurra)
bueno, señorita, pero sepa usted que tengo prisa
SECRETARIA: (Mirando su agenda)
A ver, no esperaba a nadie, ¿cual es su nombre?
MARTÍNEZ: (Se levanta como un
relámpago) ¡Martínez!, ¡Soy Martínez, el de las aceitunas! (y
solemne) ¡el rey de las aceitunas!
SECRETARIA: (Con gesto agrio)
Ya, ya, ¿Martínez qué?MARTÍNEZ: ¡Martínez!, Martínez, señorita
(y solemne) ¡el rey de...)
SECRETARIA: (Enfadada) Vale,
vaaale (revisa su agenda) a ver...Carlos, Casilda, Juanito..., pues
no, Martínez no tengo yo aquí, se debe haber equivocado de sección.
Ésta es la sección nº 11: Enamorados (señala el cartel)
DON PEDRO: (Ronca)
MARTÍNEZ: (Se toca la
barbilla) Pues no sé... llevo toda la vida casado con mi mujer,
enamorado debo estar... (la mira con tontura) ...en teoría sí...¿no?
SECRETARIA: Ya, ya...¿y busca
usted...?
MARTÍNEZ: A Lucía. Lucía,
señorita, mi mujer, a mi aceituna de oro
SECRETARIA: ¿Su qué? (y
bajito) ¡Otro para la misma!, ¡vaya, vaya, con Lucía! (lo mira e
insiste) ¿Y busca usted a Lucía, su mujer?
MARTÍNEZ: Sí
SECRETARIA: (Bajito) ¡Y ahora
el marido, el que faltaba! (Vuelve a mirarle, con tono enérgico) ¡No
le aseguro que le reciba Don Pedro, no está en su sección! (se la
señala) ¡Sección enamorados!
MARTÍNEZ: ...Y dale...
SECRETARIA: ¡Siéntese y
espere!
DON PEDRO: (Ronca)
MARTÍNEZ (Resignado) ¡Dios,
con la prisa que tengo!, pero señorita,si yo solo busco a mi Lucía,
vengo solo para llevármela a casa, a mi aceituna de oro ¿para qué
cree que me he muerto?
(Se sienta en el banco. Las
tres personas sentadas cabecean. Don Pedro ronca. La secretaria
vuelve a sumergirse en el Hola)
ACTO 2:
(Lucía, a la espera de su
destino a juicio de Don Pedro, está en una sala contigua, un gran
centro de ocio, y aprovecha en la pelu para hacerse unas mechas.
Allí, a su lado, una señora con el pelo rojo, entrada en carnes,
dormida, pone oído)
PELUQUERA: ¿Verde?, ¡pero
Lucía!
LUCÍA: Sí, chica, todo el
pelo verde y dos mechitas blancas, casi juntas, haciendo eses, como
dos bichitas
PELUQUERA: ¡Ay, Lucia, para
bichita tú!, que parecías otra cosa, pero como aquí se sabe
todo...
LUCÍA: ¿Todo...?
PELUQUERA: (Gesticulando) Todo,
todo. Desde la aceitunita...del rey (mostrando medio dedo) al
pepinazo del conde (frotándose el brazo entero, y riendo a boca
abierta)
SEÑORA DEL PELO ROJO: (Se
persigna entre sueños) ¡Jesús!
LUCÍA: (Con la mano en la
boca) ¡Ainsss..., mi Conde!
PELUQUERA: Pero no te
preocupes, que Pedrito no es el que era. Desde que se metió en lo de
la Justicia le molan los líos de faldas y los tantos por cientos. A
ver, no digo yo que sea corrupto pero no sé, tiene un juego de
llaves como un florero
LUCÍA: A ver, chica,
entiéndeme, una aceitunita...
PELUQUERA: Qué me vas a
contar. Treinta años casada con el jeque del maíz (deja dos dedos a
un centímetro de distancia) … y eso que dicen que los árabes...
LUCÍA: ¡Pobrecita...!
PELUQUERA: Ya. Se la quise
pegar con su primo y no me dio tiempo ni a desnudarme. Y aquí estoy.
Bueno, me porté bien con Pedrito. No es lo que parece, tiene un gran
corazón, y un gran..., gran... (sonríe, como en Babia) ...pero
bueno, eso pertenece a mi mundo íntimo
LUCÍA: ¿Pero no dices que
aquí se sabe todo? Ainsss, no me dejes a medias
PELUQUERA: (Sin bajar de la
nube) Bueno, todo sí, y todo no. El jefe no lo cuenta todo, para que
sea más interesante y no nos aburramos
LUCÍA: Ya, bueno (y abstraída)
Ainsss... ¿Y solo por el tamaño estamos aquí? (Frena su éxtasis y
la mira a los ojos)...¿Tú crees que tanto importa?
PELUQUERA: No había derecho,
Lucía, tú tuviste al menos una aceituna y yo, fíjate, un grano de
maíz, no había derecho...
LUCÍA: (Suspirando) Ay, si es
que no llegaba, chica, no llegaba...
PELUQUERA: (Suspirando) ...ni
entraba, Lucía, ni entraba...
LUCÍA: ¡Ay, mi conde...!
PELUQUERA: ¡Ainsss, su
primo...!
SEÑORA DEL PELO ROJO: (Entre
sueños) ¿Y ese del pepino? (y despierta) ¡porque, vamos, una de
esas cosas, ni el olor! (se duerme)
LUCÍA: ¿Y ésta?
PELUQUERA: Ésta venía como
nosotras, de ná ni ná, y dicen que algo tuvo con mi Pedrito, no sé,
se quedó transpuesta, no despierta del shock
SEÑORA DEL PELO ROJO:
(Abriendo y cerrando los ojos) ¿Cómo me voy a despertar si aquello
fue un sueño?
(La peluquera acaba de peinar a
Lucía, y ésta se levanta y gira ante el espejo)
PELUQUERA: Verde lagarta, Lucía
LUCÍA: Lagarta sin más
remedio, ¡ay!, que una es decente pero todo tiene su medida, ¡ay!
PELUQUERA: (Reparando ahora que
Lucía no tiene el colgante) ¿Y el colgante?, ¿el de la aceituna de
oro?
LUCÍA: (Se toca el cuello)
¡Vaya!, no sé, debe de haberse caído, con tanto trajín (ríe)
¿Pero de oro?, ¡que va!, con lo rácano que es. Es una aceituna
chapada, pero da el pego, como la suya (y bajito) ¡a ti te voy a
contar yo!
(Ríen)
PELUQUERA: Pues ahora tiene
contigo mi Pedrito un dilema, averiguar quién puso el veneno en el
café. Nada cuadra, tampoco que haya sido el Martínez
LUCÍA: ¿Mi Martínez?, no
creo. Él tenía su vida y su chinito, yo le importaba poco
PELUQUERA: Por eso. Es raro que
quién puso el veneno esté también con nosotros
LUCÍA: (Alterada) ¿Con
nosotros?, ¿quién?, ¡quienes?
PELUQUERA: Pues todos...
LUCÍA: (A punto de darle un
telele) ¿Todos....??
PELUQUERA: Claro, tu Conde...
LUCÍA: Ya, bueno, imagino
PELUQUERA: ...y Fermín, y
Luisi...
LUCÍA: ¿Mi Fermín?, ¡ay, mi
amor mío de mi alma!, ¿y mi Luisi?, ¡ay, amor mío de mi vida!,
¿ellos?,¿los dos?, ¿los dos...? (y llora desconsolada)
PELUQUERA: (Bajito) ¿De mi
alma, de mi vida?, josú, ésta es un pendón
ACTO 3:
(Sale el sol. Dos angelitos se
estiran. Don Pedro masculla en hebreo (antiguo). La secretaria sigue
hojeando el Hola. En el banco hay tres personas despiertas, y
Martínez que, cabeceando, ronca)
ANGELITOS: (Tocando una
campanita, los dos a la vez) ¡Tilín, tilín tilín, tilín, el amor
no tiene fin!, ¡Comienza el consultorio de Don Pedro, el tenorio!
DON PEDRO: (Gruñe, y gira la
cabeza de un lado a otro) ¡Luisito, Jorgito, no me toquéis la pera
que os mando a la hoguera!
ANGELITOS: (A la vez) ¡Qué
poco carrete tiene el abuelete!
DON PEDRO: (Dando un golpe en
la mesa) ¡¡Dios!! (mira al cielo) ¡Si ni un niño me respeta,
cierro y hago la maleta! (y dando otro golpe más fuerte) ¡¡Y se
acabó la poesía clásica!!
(Los angelitos se chistan y
callan. Don Pedro mira el entorno, tose y retoma la compostura.
Vuelve a toser, esta vez a su secretaria)
SECRETARIA: (Recitando de la
agenda) El conde Badana, el chófer Fermín, la criada Luisi, y un
tal Martínez...
DON PEDRO: ¿Martínez?, ¿el
de la aceituna?, ¿el marido?, ¿y qué hace aquí?
SECRETARIA: No sé, vino anoche
DON PEDRO: Pues qué raro, yo
no le di el boleto (y pensando) vaya, vaya
ANGELITOS: (Al unísono) ...de
la playa
(Don Pedro tose a su
secretaria)
SECRETARIA:(Con aire de
campana) ¡El Conde Badanaaaa...!
CONDE BADANA: (Frente a Don
Pedro) ¡Buenas..., soy...!
DON PEDRO: ¡El conde del
pepino!
CONDE BADANA: (Se rasca la
cabeza) Nunca me han llamado así
DON PEDRO: (Gesticulando con
malicia) su negocio es el pepino, ¿no?
CONDE BADANA:Pues sí, me
prodigo más en eso
DON PEDRO: Y tanto, y tanto
CONDE BADANA: ¿cómo lo sabe?,
¿nos conocemos?
DON PEDRO: (Jocoso) Del todo,
desde la a de aceituna a la pe pepino y hasta la z de zoquete
CONDE BADANA: No entiendo
DON PEDRO: Pues está chupao.
Solo tengo dos pases para el paraíso del amor. Uno lo tiene mi...
ejempl, Lucía, y el otro será para aquel de los tres que me
demuestre que la merece... (mira a Martínez, que ronca), bueno,
cuatro, si sumamos al de la aceituna...
MARTÍNEZ: (Entre sueños) ¡El
rey de las aceitunas!
DON PEDRO: (Susurra a Martínez)
Sí, sí, de oro
(Fermín se cubre la cara con
las manos, Luisi gimotea)
DON PEDRO: (Mirado al Conde muy
serio) ¿Usted la ama?
ANGELITOS. (Al unísono) ...o
la prefiere en la cama?
(Don Pedro les mira moviendo la
cabeza)
CONDE BADANA: (Mirando lejos)
Es una mujer maravillosa, yo la quiero mucho
DON PEDRO: Ya, ya, por eso le
envenenó el café
CONDE BADANA: (Extrañado, pero
pensativo) ¿El café tenía veneno?, ¡vaya!
DON PEDRO: El que usted le puso
CONDE BADANA: ¿Yo?, no, no...
Yo solo recuerdo que lo bebí, que estaba muy dulce, muy rico
DON PEDRO: (Bajito y mirando al
infinito) ¡A ver quién coño puso el veneno en el café, manda
cojones que ni el cielo lo sepa, Dios! (Baja la mirada al Conde)
¡Pero usted compró veneno ese mismo día!
CONDE BADANA: (Pensativo)
Hummm..., sí, raticida, iba de camino a la finca cuando me llamó
Lucía para tomar café...
DON PEDRO: De hecho tiene un
sobre en la chaqueta... (y bajito) ¡Ay, Dios, sólo hasta ahí puedo
leer...!
CONDE BADANA: Pues sí, iba a
dárselo Lucía, en su casa tenía ratones
(Fermín no se quita las manos
de la cara, Luisi no para de gimotear, Martínez ronca)
DON PEDRO: (Muy serio) ...a
enseñárselo al café
CONDE BADANA: No, no, por Dios,
a mi Lucía no
DON PEDRO: No, claro, pero sí
al café de Fermín y de Luisi (y les señala con tono enérgico)
CONDE BADANA: ¿Quién, yo?,
no, no, qué disparate (y bajito) ¿cómo lo sabe?
DON PEDRO: (De nuevo enérgico)
¿Y no tendrá en todo esto mucho que ver la aceituna de oro?
CONDE BADANA: ¿Aceituna?, ¿de
oro?, ¿qué aceituna? ( y bajito) ¡será metijón!
DON PEDRO: Su negocio
flaqueaba...
CONDE BADANA: Una mala racha
DON PEDRO: (Se enfada) ¡¡Y un
pepino!!,, ¡siéntese!
(Tose a su secretaria. Ésta
levanta los ojos del Hola)
SECRETARIA: ¡Fermíííínnnn!!!!
(campanillea en la i)
ANGELITOS: (Al unísono) ¡Al
que le hacen los huevos tilín, ti...!
DON PEDRO: (Se gira como un
resorte a uno y otro) ¡Shhhhhhh...! (Luego mira a Fermín frunciendo
el gesto) Fermín, Fermín...
ANGELITOS: (Al unísono) ¡Al
que le hacen los h...!
DON PEDRO: (Con genio)
¡¡Shhhh...! (y señalándoles con el dedo) ¡No creáis que por
tierno no os voy a mandar al infierno!
(Se chistan entre ellos y se
callan)
FERMÍN: Sí, soy Fermín, el
chófer de Lucía, y bueno criado, de todo
DON PEDRO: Ya, ya, y además
un forofo del Real Betis y de Vincent Van Gogh
FERMÍN: ...y de Dostoiewsky, y
de Chiquito de la Calzada (y lo imita unos segundos) finstro,
cobarde...
DON PEDRO: ...¡Vaya!, el gran
Fiodor Mijailowich, me da por el lado del gusto, fíjese, su obra
cumbre es Crimen y castigo
FERMIN: Ya, pero yo soy más de
El idiota
DON PEDRO: (Cachondo) ¡Cobarde!
(y bajito) todo un personaje variopinto este Fermín (y ya directo al
grano) ¿Ama usted a Lucía?
FERMÍN: (Abriendo un mundo los
ojos) ¿A mi Lucía?, con toda la fuerza de mi alma, con toda la
sangre de mi mente, todo el cielo de mi corazón...
DON PEDRO: ¿Comolll...?, josu,
ya, ya, vale, vale, literato. Y el raticida, ¿también le mola?
FERMÍN: (Muy serio) No, yo,
como el señor Conde, lo usaba para los ratones, había muchos
DON PEDRO: Mucha rata, diría
yo. A ver, usted compró raticida, lo puso a los ratones, tomó café
con la señora (y mira al infinito disgustado) ¡Dios, y hasta aquí
me dejas leer!
FERMÍN: Yo abrí la puerta al
señor Conde y avisé a la señora. Les serví el café que había
hecho Luisi, y luego me fui a mis tareas
DON PEDRO: ¿Y no le vio salir?
FERMÍN: No, no
DON PEDRO: (Jocoso) ¡Pero qué
embustero es usted, Fermín! Je,je, y ayudó a Lucía a enterrarle (y
mirando al infinito) ¡Gracias, Dios, por el dato!
FERMÍN: ¡Vaya! (y bajito)
¿Pero, este tío como lo sabe?
(El conde monta en cólera, y
da vueltas y vueltas al recinto. Luisi gime. Martínez, cabizbajo,
duerme)
DON PEDRO: Haya paz, el mal
está hecho, tan solo falta el culpable (vuelve con Fermín) ...usted
lo enterró, y puso el raticida
FERMÍN: A mí me llamó la
señora y me dijo que el señor Conde se había indispuesto, y bueno,
que se había muerto, y que si se enteraba el Martínez que el Conde
había estado allí la mataría (se tapa la boca) ¡uy! (se repone)
me dijo que el Conde no tenía a nadie, y nadie sabía que estaba
allí, que si lo enterrábamos nadie se enteraría. Y así lo hice.
Yo por Lucía mato (se tapa la boca) ¡uy!
DON PEDRO: Y después tomó
café con ella...
FERMÍN: Sí, y no recuerdo
nada más
DON PEDRO: ¡Vaya!, pues bueno,
ale, que viva el Betis, cobarde (y entre enfadado y jocoso) ¡Siéntese
pecadol, o le corto una oreja, como a Van Gogh!!
ANGELITOS: (Al unísono)
¡Pecadol Fermín, al que le hacen los güevos tilín tilín!
(Don Pedro se gira a los
angelitos, que callan haciendo pucheros, luego a su secretaria, que
bosteza)
SECRETARIA: (Haciéndose la
pava) ¡Luisii!
(Luisi para de gemir y con arte
contonea sus curvas veinteañeras, haciendo que Don Pedro abra los
ojos como platos)
SECRETARIA: (Intentando traerlo
al cielo) ¡Ejempl...! (tose varias veces), (lo llama al fin)
¡...Pedro, Pedrito...!, ¡Don...!
DON PEDRO: ¡Ah, perdón!, uf,
estaba recordándome hace miles de años, Jesús! (sigue sin quitarle
ojo) ...Luisi...
LUISI: (Con tontura) ¿Sí?
DON PEDRO: ...usted, la
criada... ( y ya serio, en su papel de juez) trabajaba a dos bandas
LUISI: (Con mucho pavo) ¿Ehh?
DON PEDRO: Pues sí, usted se
acostaba con la señora, y con el Martínez, el de las aceitunas
MARTÍNEZ: (Entre sueños,
levanta el dedo) ¡El rey de las aceitunas!
LUISI:
(Pava) ¿Yo?
DON PEDRO: Pues sí. Martínez
hacía creer a Lucía que era gay porque se acostaba con usted, para
que no sospechara, y tenía a un chinito de tapadera
LUCÍA: (Pava-sorprendida) ¿A
un chino? (y bajito) ainss,mi Chan (Se repone, no de pava) ¿Yo?,
¿con el señor?, nooooo (y bajito) ¿como lo sabe?
DON PEDRO: Luisi, a ver dígame,
¿a quién amaba usted?, ¿A Lucía, al rey de las aceitunas?
MARTÍNEZ (Entre sueños,
asintiendo con la cabeza) Eso, eso
LUISI: (Sin pavo, muy mujer) Yo
amaba a la señora, y amaba a mi señor (y bajito) ...y a mi Chan
DON PEDRO: Les hacia el amor,
mejor dicho
LUISI: No, era más que
eso,mucho más que eso
DON PEDRO: ¿Y por qué mató a
Lucía?
LUISI: Yo no, a la señora no
(y pavísima) ¿pero usted me ve capaz de matar a alguien?
DON PEDRO: (Soplando) Dios, si
de alguien hay que estar alerta es de una mosquita muerta (y soplando
bajito) pero la joía puñetera, ains, está de buena primavera (y
con aire pleno de juez) Usted tan solo quería la aceituna de oro.
Por eso la mató
LUISI: (Nerviosa), (pava)
¿Aceituna?, ¿yo?, ¿de oro?, ¿qué aceituna? (y bajito) ¡Qué
listo!
DON PEDRO. Usted preparó los
cafés y los envenenó a uno tras otro, pero lo que no entiendo es
por qué lo bebió usted (y bajito con rabia) ¡Dios, qué difícil
me lo estas poniendo!
LUISI: ¿Yo?, pero si yo no
tomé café
DON PEDRO: Usted murió
ingiriendo raticida, como todos
LUISI: (Muy mujer) Pues no sé,
yo solo hice el café y té para la señora
DON PEDRO. ¿Té?, ¡vaya! (se
rasca la cabeza), (mira al infinito cabreado) ¡Dios, Dios...!
ANGELITOS: (Al unísono) ¡Mucho
presumo, y la cabeza le echa humo!
DON PEDRO: ¡Pedrito Jorgito,
os mato, lo juro!
(Y se levanta a darles con la
garrota)
ACTO 4 (Don Pedro ronca. La
secretaria duerme con el Hola en las manos. En el banco, el Conde
Badana, Fermín, y Luisi, cabizbajos, duermen. Martínez despierta)
(Se levanta)
MARTÍNEZ: ¡Hola!, ¿hola?,
¡Madre mía, menuda incompetencia!, aquí solo está abierto el Hola
de la señorita, ¡qué rotunda incompetencia!, y mi empresa también
en manos de incompetentes y yo aquí perdiendo mi precioso tiempo.
¿Donde estará mi Lucía, mi aceituna de oro? (la llama) ¡¡Lucía,
Lucía!! (desiste) Por Dios, todos duermen, y de qué manera (mirando
a Don Pedro, que ronca) Imagino que será lo más lógico estando
muerto, que quién duerme descansa, dicen. Yo no. Yo no he venido a
eso. Mi empresa sin mí no es nada. Y parte de mi fortuna estaba en
esa aceituna..
ANGELITOS: (Se despiertan, y al
unísono) ¡La aceituna de oro, es la isla del tesoro! (cierran los
ojos)
MARTÍNEZ: (Sigue soñador) …
mi isla de oro, mis años de labriego, de pasar fatigas hasta
construir un imperio, un imperio de aceitunas reducido a una
aceituna, que nadie sabe, ni bancos, ni hacienda, ni Lucía, una
aceituna de oro cubriendo al diamante más valioso conocido, a la
vista de todos y de nadie, como siempre fue mi vida, secreta y bajo
siete llaves. Pero, ¡ay Luisi!, qué tendrá ese cuerpo ondoso como
campos de olivares, frondoso para el tronco de mis sueños, tan
agradecido siempre a mi cortita magnificencia, sin un reproche a la
carencia y abierto al verdadero sentimiento, amor al fin y al cabo, y
no a cinco minutos de debilidad. ¡Cómo añoro esos momentos de
desnudez con el parchís de excusa para tenernos presos de los ojos,
de todo un futuro en las olas del ser. Prestarle ese día la aceituna
a Lucía, como bisutería para tenerla distraída, que se viese con
ese Conde, hacerla creer que amaba a un chino (resopla) ¡a un chino,
Dios!, porque me moría por estar con mi niña, todo fue por estar
con mi niña, con mi Luisi. Y luego un momento de cansancio, una cabezada, y
todos estaban muertos, mi adorada Luisi, y hasta el chino ese, y
Lucía, esa arpía repugnante, que tanto fingió que la llenaba mi
aceituna, sin la aceituna de oro en el cuello, sin mi aceituna, sin
mi imperio. ¡Mal Dios la castigue! Allí nadie sabe mi secreto, sin
mi aceituna no soy nada, un vulgar empresario que ha de hincar el
lomo día a día, y no, eso ya no. Encontraré a Lucía, recuperé mi
aceituna y me largaré de aquí, de este lugar donde dormir será de
eterno descanso (les mira a todos) ¡Vaya unos muertos!
(Tocan. Insisten. La secretaria
abre un ojo, luego el otro, mira a la puerta por encima el Hola)
SECRETARIA: ¡Paseeee...!
CHAN: Buenas, soy Chan
SECRETARIA: Se ha equivocado,
ésta es la sección nº 11, Enamorados
MARTÍNEZ: (Con los brazos
abiertos) ¡Chan!, ¡pero si es mi chinito Chan!
CHAN: (Dando un paso atrás,
temeroso) Yo no soy chinito suyo, ni de nadie (y bajito) yo soy
chinito de mi Luisi
MARTÍNEZ: No te confundas,
Chan, lo digo solo por el rollo ese que hemos tenido (le guiña un
ojo), por que yo solo soy de mi Luisi
CHAN: ¿De mi Luisi?
MARTÍNEZ: ¿Tú qué?
LUISI: (Se despierta, muy pava)
¡¡¡Chan!!!, ¿¿Martínez??
CHAN: (Abriendo los brazos)
¡Luisi!
MARTÍNEZ: (Abriendo los
brazos) ¡Luisi!
(Luisi corre hacia Chan, y se
abrazan y se besan)
LUISI: Chan, amor mío
MARTÍNEZ: (Mudo)
SECRETARIA: (Sin soltar el Hola,
revisando su agenda) ¿Chan?, a ver...Carlos, Casilda, Juanito...,
pues no, no
DON PEDRO: (Se despierta) ¿Y
este chino? (mira a su secretaria)
SECRETARIA: No sé
(Luisi y Chan siguen a abrazo y
beso interminable. Martínez no entiende nada. Don Pedro tira la
toalla)
DON PEDRO: (Implorado al
infinito, pero bajito) ¡Dios, me rindo, me rindo, me rindo, me
rindo, me rindo, me rindooooooo, ains, me muero por saber quién es, anda, no me tortures
más, porfa
(espera unos segundos, y pone oído)
(y suspira)
(y susurra)
DON PEDRO: ¿¿Sííi?, ¡oyyyyyyyyyyy!!!!!, ¡vaya!, ¿Quién lo iba a decir, ¡Jesús!, ¡Dios!...
(espera unos segundos, y pone oído)
(y suspira)
(y susurra)
DON PEDRO: ¿¿Sííi?, ¡oyyyyyyyyyyy!!!!!, ¡vaya!, ¿Quién lo iba a decir, ¡Jesús!, ¡Dios!...
ACTO 5:
(Los angelitos tocan la
campana. La secretaria sigue leyendo el Hola. Don Pedro no cabe en su
sillón. Frente a él, Fermín, Luisi, Chan, Martínez, el Conde
Badana, y Lucía, tras un rato de abrazos, besos, empujones y
reproches, sigue algún leve tiquitaca que Don Pedro corta tajante)
DON PEDRO. ¡¡¡Silencio!!!,
¡Al primero que se mueva lo empalelo!
(Ni caso)
MARTÍNEZ: (Sigue acosando a
Lucía) ¡Mi aceituna!
LUCÍA: (Le da la espalda, y no
ceja en rozar al Conde) ¿Tú qué?, no te da vergüenza, regalarme
eso
LUISI: Ainss, ¡Mi chan!
FERMÍN: (Abatido) Yo aquí ni
pincho ni corto
DON PEDRO:¡¡¡Silenciooooo!!!,
¡ No consiento que el cielo se convierta en un mercado!
ANGELITOS: (Tocando la campana
y al unísono) ¡
¡Llegamos al final de este
conflicto, Pedrito va a dar su veredicto!
DON PEDRO: (A los angelitos)
Bueno, bueno, sin confianzas
ANGELITOS: (Al unísono) ¡Pero
si Pedrito lo ha pillado, es porque el Jefe se lo ha soplado!
DON PEDRO: ¡Mentira, mentira
cochina!, ¡os mato! Me ha dicho lo que yo ya sabía (hinchando el
pecho) éste es un caso de colegial, difícil pero no para mí (y no
muy convencido) ...y silencio
(Todos callan)
DON PEDRO: ¡Vaya!, ¡qué
silencio! Imagino que todos quieren saber quién es el asesino, quién
tuvo la mente diabólicamente fría para ir envenenando a uno tras
otro, y con que fin, y digo todos y digo bien: TODOS. Todos porque
nadie se sabe culpable, porque no hay ningún asesino, y al tiempo
todos lo son. Yo flipo.
FERMÍN: ¿Pero eso como puede
ser? Si el Conde estaba muerto alguien tuvo que ponerle el veneno
DON PEDRO: Pues sí, él mismo
CONDE BADANA: ¿Yo?, ¿a mí?,
¡qué estupidez!
(Todos abren la boca, el Conde
intenta hacer memoria)
DON PEDRO: Hay veces que la
fatalidad juega malas pasadas, y esto ha sido un cúmulo de ellas. Yo
tampoco me lo creía. Tuve que ver el replay
TODOS: ¿El qué?
DON PEDRO: (Hinchando el pecho)
Eso está vedado solo a la mente divina
TODOS: ¡Vaya!
ANGELITOS: (Al unísono) ¡...de
la playa!
DON PEDRO: El amor atonta, pero
el deseo nubla los ojos. Usted, Conde, mucho paquete pero es un
auténtico zoquete. Compró el raticida y se lo mostró a Lucía,
puso varios sobres sobre la mesa y, estando en plena tontería, lo
confundió con el azúcar. Ainss. Usted, y solo usted fue el culpable
de todo lo que vino después
CONDE BADANA: ¡Vaya, mi muerte
un suicidio!, y sin yo saberlo, ¡menudo suicidio!
DON PEDRO: Un desgraciado y
tonto accidente (pero le señala con retintín) aunque eso no quita
que sus intenciones eran seducir a Lucía para robarle la aceituna de
oro. Quién talló el diamante a Martínez le confió a usted el
inmenso valor de esa talla, le dijo que era única
CONDE BADANA: No es verdad, yo
no sabía nada de diamantes ni aceitunas. Yo quiero a Lucía
DON PEDRO: ¡Y un cuerno!,
usted, con ese..., con ese..., tenía a las mujeres que le apetecían,
y no precisamente a una sesentona (y bajito) que está de pan y moja
(se realza) usted sabía que con … eso la deslumbraría, sabido,
público, lo de la aceitunita del Martinez
MARTÍNEZ: ¡Del rey de las
aceitunas!
DON PEDRO: (Con sorna) Sí, sí,
rey (y al Conde) usted murió y no pudo llevar a cabo el robo la
ilusionó mostrándole un amor con doble fondo. ¡Al infierno!, ¡uno
para la leña!
CONDE BADANA: ¡Vaya!
DON PEDRO: ¡Y sin rechistar!,
ale, a quemarse el culo, y esa..., ese..., eso, ¡eso!
(Entran dos ángeles negros y
se llevan al Conde en volandas. Lucía gime, pero solo por ...eso)
(Don Pedro mira a Lucía. Le
guiña un ojo. Luego mira a su secretaria, que está inmersa en el
Hola)
DON PEDRO: (Sublime) Pero de
todos el más tonto es Fermín
FERMÍN: ¡Eh!, sin faltar
DON PEDRO: Lo es. Usted no
amaba a Lucía. Tuvo solo un calentón, besos, cuatro toqueteos, tan
solo intentaba acostarse con ella. Su amor secreto era Luisi.
Pero ella nunca quiso nada con usted. Así que murió por tonto
FERMÍN: ¡Vaya!, ¿y cómo?
DON PEDRO: La fatalidad, de
nuevo la fatalidad. El Conde compró un raticida en sobres pequeños
y similares a los del azúcar, estaban sobre la mesa. Y usted después
de enterrarle vio a Lucía desconsolada y creyó que era la ocasión
propicia. Lucía, por quitárselo de encima, le dijo que tomaran
antes café. El te de Lucía se había derramado por lo que fue a la
cocina a que Luisi preparase un café y un té, y la pilló abrazada
a Chan. Y en ese estado confuso y con el ferviente deseo de acostarse
con Lucía ni se fijó que eran raticida los sobres de la mesa. Los
puso en el te, en su café, y murieron los dos. Lucía unos segundos
antes
LUCÍA: ¡Imbécil!, pero yo te
quería, so tonto, contigo no era sexo sino compañía. Eres
inteligente, nunca me aburría contigo, me encantaba cuando me hacías
de Chiquito o me leías pasajes de Los hermanos Karamazov. Te dejaba
tocarme, pero nada más allá, yo era fiel a mi Conde
MARTÍNEZ: ¡A tu qué?, ¿y mi
aceituna?, ¿donde está mi aceituna?
LUCÍA: ¿Eso?, ¡so rácano!,
debió darte vergüenza regalarme esa basura. Quizá para que tuviese
presente tu aceitunita
MARTÍNEZ: (Solemne) ¡Aceituna,
del rey de las aceitunas!
DON PEDRO: ¡¡¡Silencio!!! (y
sigue con Fermín) Me da usted pena, no es mal hombre, pero solo tengo
dos boletos, así que: ¡¡A la hoguera!! ¡otro para la leña!
(Entran dos ángeles negros y
se llevan a Fermín. Don Pedro mira a Lucía, le sonríe, luego tose
a su secretaria)
MARTÍNEZ: (Agrio) Bueno,
bueno, arreglemos este asunto de una vez. Yo quiero a mi mujer, pero
quiero a mi aceituna. A por ella he venido y ya me estoy cansando de
tanto amor, ni sección enamorados, ni leches. A mi edad el amor
está en un segundo plano, es importante pero lo es más una cierta
estabilidad, y la mía, sin la aceituna de oro, se tambalea.
LUCÍA: ¿Sí?, ¿eso?
MARTÍNEZ: Por cierto, ¿donde
está?
(Lucía se toca el cuello.
Luisi aprieta el bolso a su pecho)
LUCÍA: No sé, como
comprenderás eso no me preocupa absolutamente nada. En un mercadillo
valdrá un euro
MARTÍNEZ: (Haciéndose el
sueco) ¿Pero, donde está?
DON PEDRO: ¡¡Silencio!!
MARTÍNEZ: ¡Y un cuerno!, yo
he venido aquí a por mi aceituna y no me iré sin ella. Así que
acabe ya con esta pachochá del amor que tengo prisa, venga, venga...
DON PEDRO: (Le mira de arriba a
abajo) ¿Quiere que llame ya para que se lo lleven?
MARTÍNEZ: ¿Donde?
DON PEDRO: ¡A arder como la
tea! (Martínez recula), ¡pues cállese! Me da gana de mandarlo yo
mismo de una patada en el culo, por idiota
MARTÍNEZ: Yo solo he venido a
por mi aceituna. Me la dan y me largo
DON PEDRO: ¿Para qué? No
aviva ya el fuego porque quiero que escuche lo niño que ha sido, y
que como un chino le ha engañado como a un chino. Usted ha venido
aquí por nada, a por una aceituna de oro y un diamante que no valen
nada
LUCÍA: Eso ya lo sabía yo
MARTÍNEZ: ¡Pero, qué dice!,
¿está loco? Toda mi fortuna, todos mis años de trabajo, de
desvelo, están en ese diamante, autentificado por la Chan-society
DON PEDRO: ...O la society de
Chan...ende luego...Pagó 3 millones de euros por una joya de
bisutería
MARTÍNEZ: (Alteradísimo)
¿Cómo?, no puede ser, está autentificado, no, no, y no, quieren
robármela, eso es lo que quieren...
DON PEDRO: Un primo es usted, y
bueno le voy a dar ese gusto (mira a Luisi y le extiende la mano.
Ella con tontura saca la aceituna del bolso y se la da a Martínez)
LUCÍA: ¡Pero, Luisi!, ¿tú?
DON PEDRO: Bueno, deseo
cumplido, y como solo se quiere a sí mismo, pues ale, al calentito.
¡Otro para leña!
(Martínez sale corriendo y
cuando entran los ángeles negros ha desaparecido. Se va cerrando el
círculo. Luisi, Chan y Lucía se miran con recelo. Don Pedro
patalea)
ANGELITOS: (Tocando la campana,
y al unísono) A Pedrito le quedan tres, un chinito, una jovencita, y
una gran mujer
DON PEDRO: Ya, ya, tenéis
razón, y esto me rompe el corazón
ANGELITOS: (Al unísono) Pues
había mucho enamorado y se está quedando el patio pelado
DON PEDRO: (Firme pero tierno)
¡Silencio!, que si os doy manga ancha os tiráis en plancha
(Ni caso)
ANGELITOS: (Al unísono)
Pedrito, Pedrito, es un juez de dudosa honradez, si una mujer el toca
el alma la justicia la palma.
DON PEDRO: (Muy tierno) Ainss,
mis angelitos, tan pequeñitos. ¿Con vosotros qué hago?, ¿me
enciendo o me apago?, ¿que os cuelguen de una soga, u os frían como
una boga? (y se repone, firme, pero tierno) ¡¡Silencio!!
(Los angelitos callan. Luisi,
Chan y Lucía están expectantes ante su suerte. La secretaria sigue
hojeando el Hola)
DON PEDRO: De verdad que se me
rompe el corazón. Pero es mi trabajo y esta es la sección
enamorados. Dos tienen el boleto, uno lo tenía Lucía (saca un
boleto de su bolsillo y lo rompe) pero no puede ser. Solo le ha
rodeado el interés y el deseo. Tú, Lucía, creías estar enamorada
de ese Conde Pepino, que pilló una onda con la aceituna, y
seduciéndote tenía la salvación para su empresa. Solo sexo e interés. Lo
que buscaba Fermín, solo sexo. ¡Ay, Lucía!, y Luisi como una hija
siempre, acariciando la juventud que se te iba sin poder evitarlo.
Una gran mujer, sin duda, y que no merece un final trágico, ya
pensaré, ya pensaré, ya pensaré...
ANGELITOS: (Al unísono)
Pedrito es un caballero, pero se le ve el plumero
DON PEDRO: (Tierno) ¡Bueno,
bueno! Vamos a acabar esto ya. Luisi, Chan, con todas las
contraindicaciones posibles, estoy ante dos enamorados, de eso no
hay duda. Luisi acercándote a su señora, a tu señor, muy mal, para
no perder el trabajo, pero nunca más allá de desnudos y caricias.
Nunca consentiste nada más porque amabas a Chan. Martínez te confió
lo de la aceituna de oro para ver si lograba poseerte, y ni así.
Pero cuando viste a Lucía y a Fermín muertos se la arrancaste del
cuello y la metiste en tu bolso. Para nada, porque esa aceituna no
vale nada. Lo hiciste por amor a Chan, para poder iniciar una vida
holgada juntos. Y esa fatalidad que te hace tomar café antes de
avisar a la policía, y de nuevo el raticida, ¡madre mía!
LUISI: (con pavo) Es verdad,
estaban los sobres sobre la mesa, varios abiertos y ni me fijé
DON PEDRO: Y he aquí que Chan,
millonario, estafador, llega a la casa y al verte muerta, se da
cuenta que a causa del raticida, no se le ocurre otra cosa que ir a
la cocina a por un vaso de agua y echarle el veneno
CHAN: A mi no me importa el
dinero, me importa mi Luisi, sin ella no hay vida
DON PEDRO: No tengo más que
decir, los boletos son para vosotros. El cielo es vuestro
(Luisi y Chan se besan. Jorgito
y Pedrito bajan de su pedestal, les dan la mano, y se alejan
lentamente)
DON PEDRO: (Secándose alguna
lágrima) Bueno, bueno, fin del tema
SECRETARIA: ¿Y Lucía?
DON PEDRO: A ver, a ver,
márcame a la sección del cotilleo, la número...
SECRETARIA: La 1, es la nomber
one (marca y le pasa el teléfono)
DON PEDRO: ¿Mónica?, llevas
siglos pidiéndome unas vacaciones, pues ale, ha llegado la hora. Va
para allá mi Secre, que de cotilleo está muy puesta. A disfrutar,
corazón
SECRETARIA: ¡Eh! Si yo aquí
estoy muy a gusto, jo,¡Pedritooo!
DON PEDRO: Tan solo será un
descanso de siglos, ya hablaremos corazón mío, ale, anda, tira,
tiraaa...
(La secre se ha haciendo
mohines. Don Pedro se levanta e invita a Lucía a que ocupe su
puesto)
LUCÍA: ...O sea, secretaria,
¡vaya!
DON PEDRO: Era esto, o ya
sabes, no me quedaba otra
LUCÍA: ¡Quita, quita, a mucha
honra!
DON PEDRO: Se ha llevado el
Hola, pero te puedo prestar mi Interviu
LUCÍA. Vale
DON PEDRO: Lo pasaremos bien
LUCÍA: Claro, Pedrito, ¿puedo
llamarte Pedrito? Lo que aquí pase solo lo sabrá el cielo. Y yo ya
lo tengo todo hecho...
DON PEDRO: Vale, Luci
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