Camino con mi alma de la
mano y, corriendo como con prisa por llegar a alguien, me adelantan
algunos dejándola muy atrás.
Ser tiene su veta de
subsuelo, y su espejo enriquece nuestro abismo; no se es sol sin la
sudor a cuestas.
Yo avivo la fealdad
huidiza, con silencio natural, y hay quienes apagan su belleza cuando
se quitan la máscara.
La vida tiene su tiempo en
blanco, y un pasado infinito que vela lo escrito.
Hacer correr solo al
cuerpo ataja ríos que no van al mar, si el alma progresa y solo
donde espera su regreso.
Yo le brindo mi cobijo y
mínimos horizontes, la escalera donde tumbarme a mi altura sin su
rechazo, así no me apresuro ni ella se inquieta, así el hambre
viene a ser como un abrazo a lo que quiero y puedo, a lo que abarca
toda vida de mi tamaño y fantasía.
Pero no, otros no, sin voz
siquiera.
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