Encuentro al niño
pensativo y, al mirarse,
advierto sus latidos
sin colores,
como ingenuo su cobijo
y su cauce por la luna,
infeliz,
se desdibuja
a ser maduro, y confunde
al hambre. No hay, así,
mar abierto a mi ser,
solo ríos a tu cuerpo
que la sangre desconoce
sin amarte su gracia.
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