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Contigo no hablo solo. Conmigo vas en las conversaciones, en los ruidos, y cuando guardo silencio para hablar contigo, también la llamo, y en ese mundo que hay de entrega, por la llama de la soledad nos necesitamos.
Lo que nos trae aquí, casi desnudos, no es para salvar las horas, sino para tocar la raíz de la lluvia que nos cae y sentirnos viento y alma de lo que somos para cada uno, para entrelazarnos a la piel del paisaje y al arrullo del tiempo por los sueños que deben sentirse libres.
Lo que nos trae aquí, casi desnudos, no es para salvar las horas, sino para tocar la raíz de la lluvia que nos cae y sentirnos viento y alma de lo que somos para cada uno, para entrelazarnos a la piel del paisaje y al arrullo del tiempo por los sueños que deben sentirse libres.
Mañana es seis de enero y he pedido reconstruir el verbo estar, que nos quede en blanco la sombra negra, que de los espejos nazca la vida reparada y las palabras vuelvan a la sed.
En fin, llevamos tres días en tus seiscientas y aún nos queda una mañana. El trabajo fácil y el remolque medio no nos alegra a nadie, si entre las ordenes están los sudores que se cumplen, la sangre que nunca apagamos, como bandera.
Y bueno, el día siete sumo y no crezco, y hay estaturas en las que debo crecer. Ella baja la mano, me la tiende, y no alcanzo sus dedos.
Escribo cien veces saber amar.
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