En
Bailén tenemos la costumbre
de
pasarnos el testigo
sin
ningún deber consigo
y
lleno de podredumbre.
Somos
de la muchedumbre,
de
poner a todo un pero
sin
dar la cara el primero,
y
a Bailen quién la edifica
no
es el que a solas predica,
la
edifica el bailenero.
/
Sin
meternos en el ajo
pedimos
al que gobierna
que
Bailén nos sea eterna
y
haya dinero y trabajo.
En
nuestra vida, a destajo,
y
Bailén en el alero
sin
la sombra de un te quiero.
Y
a Bailén quién la construye
no
es el que así se diluye,
la
construye el bailenero.
//
En
todo se despotrica,
se
critica al que se mueve,
a
aquel que a emprender se atreve,
al
que en cultura se aplica.
Si
ser apañao implica:
Ese
“para mí” usurero,
y
para el resto, torero.
Y
a Bailén quién la levanta
solo
es el que la amamanta,
la
amamanta el bailenero.
///
Para
qué perpetuarse
en
ser hijos del apaño
si
de vuelta viene el daño
y
decidido a instalarse.
Si
al giro que hay que darse
no
le sirve el agorero
ni
el que esconde su dinero,
que
a un Bailen hacia la nada
no
le basta la mirada,
necesita
al bailenero.
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