Solo
tú
sabes
mis miedos,
esa
fiebre muda
al
zigzag de la luz.
Solo
tú en las torres del día,
en
los aires a flores,
los
cielos a tientas,
en
los senderos que serpentean
a
tu voz tras los cristales.
Tú,
deletreando escenas de adobe
entre
el velo de la lluvia,
con
los ojos que sustentan
nuestro
escudo,
como
puente infinito
a
la hoguera silenciosa
de
lo aún no revelado.
Sólo
tú
en
la espera lacrada
que
mantiene el secreto
de
seguir viviendo.
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